Revista EESPAÑOL 19 | Page 2

Cirilo Córdova Largo historial en el estadio Aunque nunca aceptó un cargo directivo, la opinión de este socio –ligado por más de 60 años a la institución- siempre fue escuchada. a sus 92 años, Cirilo Córdova Largo sigue asistiendo casi todas las tardes al Estadio Español. “Hasta las 20 ó 20.30 horas porque no tengo más permiso”, confiesa sonriente. Allí, recorre las instalaciones, conversa con “los amigos que me van quedando”, se anima con alguna partidita de mus –su juego de cartas favorito-, y evoca tiempos pasados con sus conocidos. Reconoce que nunca aceptó un cargo directivo en la institución, porque le gusta el bajo perfil. Sin embargo, su voz siempre fue escuchada. Nació en España, el 27 de junio de 1926, en Fuentestrún, “el mejor pueblo de Soria”, según dice, en la casa de sus padres. Era el octavo de nueve hermanos, uno de los cuales murió a temprana edad. Hizo el servicio militar en Melilla, a los 21 años, donde estuvo de cartero en la comandancia militar y cuenta que lo pasó muy bien en ese cargo. La agricultura en su pueblo nativo no rendía mucho, por eso decidió dejar el campo, su tierra y su familia y probar suerte en este lejano país. Tenía 26 años cuando se vino a Chile a bordo del barco Monte Udala; le costó acostumbrarse en un principio, a tal punto que reconoce que hubiera vuelto a España durante el primer año si hubiese tenido el dinero para hacerlo. Se vino soltero, dejando a su novia en el pueblo vecino, perteneciente a la provincia de Soria. Durante cinco años se escribieron cartas, las cuales se demoraban a lo menos un mes en llegar, algo irreal para estos tiempos y un gran ejemplo de amor para las nuevas generaciones. Se casó por poder con Carmen Domínguez en 1957 y ella se vino a Chile. Cirilo Córdova afirma que al verla sintió como si nunca hubiesen estado separados. Tuvieron dos hijos, José Antonio y Maricarmen, “que nos han dado seis nietos. Somos una familia muy unida, donde no hay semana que no nos juntemos. Hemos sido muy felices en Chile y me alegro de no haberme devuelto a España. Este país nos entregó muchas oportunidades y nosotros las aprovechamos”. 2 El comienzo no fue nada de fácil. Trabajó con uno de sus hermanos en una tienda llamada El Popular, ubicada en calle San Pablo. Allí se encargó de todo tipo de labores: limpiaba vidrios y barría, mientras observaba y aprendía sobre el oficio que supone vender zapatos. Durante ese tiempo, él dormía en el entretecho de la tienda. A los pocos años de aprendizaje, se convirtió en el vendedor estrella. Trabajó durante nueve años con su hermano mayor, y luego –con el menor- compraron el derecho a llave de la zapatería González, en la calle Puente. Con el paso del tiempo siguieron en el negocio con su esposa Carmen. Gracias al esfuerzo y dedicación fueron progresando y lograron mucho más de lo que imaginaron cuando decidieron venirse a Chile. Entretanto, Córdova ingresó como socio del Estadio Español, con el Nº 359. Recuerda que en un principio solo había una cancha de tenis, muchos árboles y un frontón, deporte que ha practicado toda su vida. “No era de los buenos, pero tengo varios premios. En la parte trasera del estadio había una puerta medio caída que daba a la calle donde vivíamos; mi hijo se aprovechaba y saltaba por ahí para entrar más rápido. Hacíamos mucha vida en el estadio con mi familia”, cuenta. Actualmente vive en Nevería, lo que lo motiva aún más a cruzar cada tarde al estadio, ya que en las mañanas acude a diario a su oficina en la calle Puente, donde aprovecha también de pasear y ver algunas de las zapaterías (De Togni), fruto de sus largos años de esmero y trabajo. Los fines de semana los reserva para su familia, sobre todo para sus nietos, que lo llenan de alegría. Por estos días, le preocupa la renovación de su licencia de conducir, que venció para su cumpleaños. “Debo dar el examen y eso me tiene algo intranquilo”, confiesa este socio, quien dice sentirse muy orgulloso de ser parte del estadio, un punto de reunión para tantos españoles que llegaron desde tan lejos como él.