Revista EESPAÑOL 19 | Page 16

Angelita García ingresó en 2005 como voluntaria, pero su relación con el hogar venía de mucho antes. “Desde niña, cuando acompañaba a mi madre a visitar amigos que residían allí; posteriormente, cuando participaba de la juventud asturiana, una o dos veces al año íbamos a bailar y a compartir con ellos”, cuenta. “He recibido muchas satisfacciones y he conocido tantas historias que emocionan e impactan. Eliana, por ejemplo, fue dama de compañía de doña Mercedes, madre del Rey Juan Carlos. Me contaba muchas anécdotas de la familia real y copucheos. Además, era poetisa y escribía cosas hermosas. Todos los viernes, cuando salgo de mi voluntariado, me siento feliz de lo que ellos me entregan durante las dos horas que compartimos”, reflexiona, y aprovecha de expresar un deseo: “Ojalá tuviéramos más voluntarias para que sientan la satisfacción de entregar y recibir sin medida”. Maribel Goya lleva “como cinco años” en el voluntariado y la labor que más disfruta es conversar con las residentes. “Ha sido un tremendo aprendizaje acompañarlas. Tienen tanto para compartir… Una señora muy sola me decía, si no hablo con usted mijita, se me empiezan a olvidar las palabras. Es duro escucharlo. Cuando he viajado a España, al regreso les cuento de su tierra, que estuve en tal pueblo, y se emocionan. Una viejita que estaba ciega, siempre me pedía que le leyera una carta en catalán que le habían enviado, y cada vez que lo hacía, lloraba…Otra me contaba que se vino de España a los 17 años detrás de un amor, nunca más supo de sus padres, o la que –sin buscarlo- se reencontró en Chile con un novio que se había quedado luchando en la guerra civil. A una residente le pregunté una vez por qué siempre estaba tan contenta, y me dijo que se sentía plena, que tuvo una vida feliz y que se alimentaba de sí misma… Hay tantas historias. Uno aprende a valorar la vida. Muchas expresan también su tremenda pena de no volver a sus raíces, de morir lejos”, concluye esta socia. Paulina Olivares no lleva tanto tiempo en esta misión solidaria. “Solo estoy hace siete años y para mí ha sido un reencuentro con el mundo del adulto mayor. Yo viví con mi abuela y mi bisabuela, así es que recuerdo mis tiempos de niñez. Lo que uno pueda entregar y devolver la mano, es poco. El trabajo que han realizado las voluntarias más antiguas ha sido maravilloso. Hay que aprender de ellas”. 16 Varias socias realizan esta labor solidaria, que cuesta abandonar, y esperan que nuevas integrantes se motiven. “El hogar entrega mucho más de lo que uno da”, es una frase que las interpreta a todas. Pilar Sancho dejó el voluntariado en 2011, por problemas de salud, pero sus 17 años como presidenta y otros tantos como voluntaria, no los olvida. De vez en cuando escucha en su computador el himno al hogar que compuso Ángela Zagrado, “una de nuestras artistas”, dice, y se entera por amigas de lo que sucede en el establecimiento de calle Alcántara. “Fueron años maravillosos, hay recuerdos inolvidables, como la celebración de un vals en el gimnasio, donde las señoras mayores bailaban con alumnos de la escuela, y los señores, con alumnas de octavo básico, todos vestidos para la ocasión; un encuentro de dos generaciones irrepetible… O cuando participamos en el sueño de un grupo de residentes de volver a España antes de morir. La edad, el costo del viaje y el cuidado que requiere un adulto mayor lo hacían impensable. La mano de Dios puso la oportunidad… Aragoneses, asturianos, catalanes, madrileños… El ir a dejarlos al aeropuerto fue un sueño… O el taller de literatura, donde mediante sus escritos expresan sus sentimientos. Hay varios tomos con ese trabajo… Recuerdo también el internado, que les dio protección, cariño y educación a tantos niños, y las becas de estudio… La instalación de la peluquería, para amononar a las residentes; o la cafetería, para compartir con las visitas… Todo ha sido un aporte”, recalca, esperanzada en que la labor del voluntariado siga dando frutos. Y justamente, por estos días el hogar está abocado a una campaña para dar a conocer este trabajo. “Estamos abiertos a quienes quieran aportar ideas en torno al adulto mayor, o deseen conocer el hogar por dentro”, puntualiza María Elena Calvo, quien asiste cada jueves y trabaja como voluntaria en el taller solidario. “Hacemos ramos para Semana Santa, rosarios para el día de la madre, bufandas tejidas y armamos frazadas. Lo pasamos muy bien y hasta los hombres tejen”, puntualiza. La invitación entonces a conocer el Hogar Español, a cargo de la Congregación Madres de Desamparados y San José de la Montaña, queda lanzada.