Revista EESPAÑOL 15 | Page 2

Francisco Javier Sierra Martínez Dejó su impronta Dirigió con destreza varias instituciones de la colectividad española. C olunga es una pequeña villa asturiana, cercana al mar Cantábrico, que acoge a casi un millar de habitantes. Es la capital del Concejo del mismo nombre, que comprende trece parroquias dispersas entre valles y suaves montañas, en medio de un fascinante paisaje de un verde perenne. La zona exhibe variados testimonios de aquellos emigrantes que luego de “hacer las américas” retornaban a su tierra e invertían en ella sus ahorros. Allí, en una familia con tradición migratoria, nació el 11 de mayo de 1915 Francisco Javier Sierra Martínez, el menor de doce hijos. Efectuó sus estudios en las Escuelas Cristianas de la Salle y una vez concluidos, junto a su hermano Luis, emprendió en 1931 el viaje a Santiago de Chile para unirse a sus cuñados Francisco y Ramón Santos, dedicados al comercio. Un lustro después, y asociado con su hermano Luis y un cuñado, estableció una pequeña tienda de géneros en la entonces pujante calle San Diego. A poco andar, la tienda creció y pasó a la esquina de San Diego con Avenida Matta, surgiendo la Casa Sierra, que llegaría a ser un comercio tradicional del sector. Frisando los 30 años de edad comenzó a involucrarse en el quehacer de las instituciones de la colectividad española. Participó en el grupo fundador del Estadio Español, que en 1946 daba sus primeros pasos. En 1950, una vez inaugurado, fue tesorero y luego presidente de la Sección Tenis. En paralelo, se incorporó al Directorio general, donde llegó a ocupar la presidencia entre 1958 y 1960, conduciendo a la institución por el mismo camino de expansión y mejoramiento que se habían propuesto sus tres antecesores. Cuando dejó la presidencia, sus afanes hispanistas y de servicio a la colectividad se enfocaron en la Sociedad Española de Socorros Mutuos y Beneficencia. Fundada en 1889 y situada desde la década de 1930 en calle Ejército, tenía por entonces más de seis mil socios que confiaban su salud a esa institución. Contaba con un centro médico, cobijado en una gran casona, y dos mausoleos en el Cementerio General. En 1965, Javier Sierra fue elegido vicepresidente, y presidente, en 1973. Su etapa como dirigente en la “Socorros Mutuos” coincidió con grandes realizaciones: en 1964 levantó un nuevo mausoleo, el Nº 3, y en 1972 inauguró un moderno 2 Centro Médico, equipado y atendido por un cuerpo de profesionales multidisciplinario. Sin embargo, el gran sueño era la construcción de un Hospital Español. Para fines de la década de 1970 ya contaban con el proyecto de un edificio de 11.000 m2 distribuidos en nueve pisos. En 1979, junto con cumplir la institución 90 años de existencia, y tras tenaces esfuerzos encabezados por Javier Sierra, se habían iniciado los trabajos que avanzarían hasta concluir la obra gruesa. Pero el azaroso destino iba a jugarle una mala pasada. En 1980 su brillante gestión se vio interrumpida por un problema de salud que lo obligó a dejar sus actividades como dirigente, entre ellas también la vicepresidencia de la Asociación de Instituciones Españolas de Chile (AIECh), que desempeñaba desde 1971. Para entonces, el gobierno español lo había distinguido en 1974 con la Real Orden de Isabel la Católica. Justa y merecida distinción para quien destacó por su dinamismo y liderazgo emprendedor, pero también por la generosidad con que prodigó su tiempo desinteresadamente en favor de propios y extraños. En el plano personal, formó en 1944 una familia con Nora Angulo Campos (Santiago, 1928-Ibídem, 2013), matrimonio del que nacieron seis hijos. Al evocar a Javier Sierra se vienen a la memoria los sugestivos versos que Vicente Lueje, primer colungués emigrado a Chile en 1835, plasmó en una placa colocada en la fachada de su casa, en 1859: “En el piélago profundo, me arrojé con gran valor, y navegué sin temor, a lo más lejos del mundo”. Qué duda cabe que Javier Sierra Martínez tampoco temió: ni a alejarse de su villa, ni a enfrentar los desafíos. El 20 de marzo de 2003, en medio del respeto y afecto de la colectividad, partió en su viaje definitivo. (J.A.G.-C.)