¿Quién es aquella niña discreta
que nos oculta tras la careta
todas las gracias de su perfil?
¿Cuál, la gitana?__dice mi amigo__,
¿No la conoces? Ven y te digo,
y allí, en voz baja, tu nombre oí.
¡Qué hermosa estabas, niña gitana;
Cómo evocabas la caravana,
el gran desierto, el cielo azul!
¡Cómo evocabas la hermosa Alhambra
y la morisca y alegre zamba
bajo el radiante sol de Stambul!
Bajo tu influjo surgió en mi mente
todo el prestigio del viejo Oriente
con sus perfumes y su Kefir.
Te vi de un árbol bajo la sombra:
Adivinabas el porvenir.
Te vi danzando los cadenciosos
aires gitanos, a los hermosos
sones del crótalo y del tambor,
y oí el sonido de cascabeles
mientras brillaban los oropeles
en tu vestido de raso y gro.
¿Quién que vio entonces tus negros ojos
no soñó un drama donde los rojos
corvos alfanjes se ven lucir. . . ?
Sobre la arena un hombre muerto,
luego un jinete que en el desierto
veloz se aleja con su botín.
De aquella fiesta todo ha pasado,
las colombinas se han alejado,
no hay más que pajes, murió Pierrot.
Sólo tus ojos son hoy los mismos,
ojos muy negros cual dos abismos,
¡ojos gitanos de tentación!
Martes de Carnaval, por
Demetrio Fábrega
Nuevos Ritos, N°. 129
Publicado el 1 de julio de 1913