Revista de Adultez y Senectud 1 | Page 6

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¿Cómo ven la muerte los niños y adolescentes?

La muerte siempre sucede y hemos aprendido a lo largo de la vida que este suceso inevitablemente pasará. Pero, también podemos llegar a aprender que es posible llenar de sentido una pérdida y dar significado a una muerte o la oportunidad de un nuevo comienzo.

La idea que los niños tienen sobre la muerte y la forma de enfrentarla se modifica con la edad. Así:

0 a 2 años: Desconocen el concepto de muerte, sin embargo perciben la ausencia de su padre o madre. Son capaces de responder a cambios de rutina, de cuidadores y al caos familiar. Viven un duelo y lo manifiestan a través de conductas de protesta, desesperación y desapego.

3 a 5 años: Apoyados en su pensamiento mágico y egocéntrico ven a la muerte como temporal y reversible, similar a dormir. Perpetúan la relación a través de rezos, cartas y conversaciones con el fallecido. En este sentido, quien ha fallecido "está en el cielo", y por lo tanto desean escribir y visitarle.

Son frecuentes las preguntas: "¿Puede comer?, ¿Cómo respira debajo de la tierra?, ¿Va al baño?, ¿Me escucha?, ¿Cómo puede estar al mismo tiempo en la tumba y en el cielo?".

6 a 8 años: La muerte se interpreta como un castigo, es como un "personaje" que te atrapa. En este sentido, logran identificarla como un hecho irreversible pero no universal, o sea no afecta a todos..

Ante la muerte, es frecuente que se cuestionen que tan segura es la vida, y por lo tanto, suelen surgir preguntas como "¿Tú también te vas a morir?". A esta edad hacen preguntas que pueden parecer morbosas a los adultos y que pueden motivar la consulta médica: "¿Me puedo quedar con la tele del papá?, ¿y que pasa con el cuerpo?, ¿se pudre?, ¿y cuanta sangre le salió?".

9 a 12 años: Se adquiere la concepción adulta de la muerte; final, irreversible y universal. Pese a que comprenden el proceso biológico de la muerte, la viven como un hecho lejano para ellos y como un castigo por malos comportamientos. Destaca, a esta edad, mayor dificultad para comenzar a hablar del tema y una alta dependencia del padre sobreviviente.

13 a 18 años: Pese a que perciben a la muerte como más cercana, enganchan con actividades de alto riesgo adoptando una actitud "inmortal". A esta edad se adquiere el interés "social" por la muerte y sus ritos.

Como reaccionan los niños ante la muerte

- La tendencia al llanto aumenta con la edad.

- Los niños mantienen la esperanza de que el padre fallecido volverá, y lo buscan. En ocasiones reconocen de mala gana que eso no sucederá y se ponen tristes.

- Fantasean que viven con él por las noches, que juegan juntos o que lo abraza. Puede que digan que lo sienten, que lo ven o que hablan. Lo esperan con regalos o se portan bien para él.

- Puede que expresen miedo de morir ellos también o de perder al padre sobreviviente.

El duelo en los niños

Actualmente se reconoce que los niños experimentan el duelo, sin embargo este proceso muestra algunas características distintas a la del adulto:

- Los niños no se retraen: se tornan demandantes, necesitan comprobar que sus necesidades serán satisfechas. Buscan un sustituto para no perder la seguridad.

- Desilusión hacia el padre perdido: Pensamientos de abandono, traición y desilusión por el padre muerto o pérdida de confianza, lo que puede generalizarse a quienes siguen vivos.

- Emociones fluctuantes: rabia, pena, ansiedad, confusión. No están siempre tristes.

- Duelo más prolongado que los adultos: la pérdida va adquiriendo un nuevo significado según la etapa del desarrollo que van viviendo.

Los años de los 11 a los 14 están marcados por los regularmente tensos cambios físicos de la niñez a la edad adulta. Los muchachos son por lo general un poco más lentos para madurar que las chicas en este rango de edad, pero la tensión del cambio siempre está presente, desde arranques radicales de crecimiento hasta problemas de cutis.

Las personas en este rango de edad buscan establecer su identidad propia, a menudo separados de sus padres y de su familia. Están comenzando a pensar en ideas espirituales y filosóficas por primera vez de maneras verdaderamente abstractas. Además, están experimentando emociones fuertes y profundas que pueden llegar a sentir que nunca nadie experimentó antes y que por ende nadie puede comprender.