Revista Casapalabras N° 36 Casapalabras N° 36 | Page 76
Jorge Basilago
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n distintas oportunidades,
Federico Fellini se definió
como «un gran embustero»;
alguien «constitucionalmente in-
capaz de decir la verdad». Pero por
esas notables paradojas que tiene
la vida, quien afirma tal cosa de sí
mismo acaba por representar una
curiosa versión de la sinceridad:
cuando menos es cierto que men-
tirá siempre. «Me agrada creer en
todo aquello que estimule la fan-
tasía y me ofrezca una visión del
mundo y de la vida más seductora o
que sea, de algún modo, más acorde
con mi manera de ser», completaba.
Obsesionado desde pequeño
por todo cuanto fuese inaudito,
asombroso, insólito o extravagante,
Fellini hizo de su cinematografía
una extensión de esos intereses. A
despecho de quienes lo incluyeron
en el llamado neorrealismo italia-
no —categoría que, al paso de los
años, devino en fallido invento de
la crítica—, la mayoría de sus filmes