Revista Casapalabras N° 36 Casapalabras N° 36 | Page 68

Shui descubrió que su nombre significa agua. Se imaginó que ella era parte de toda el agua del mundo. La gran parte de nuestro planeta. Agua que fluye y que da vida. Agua que baja por la garganta y que refresca y agua oscura que botan los cuerpos sucios de los cadáveres en estado de descomposición. 66 atención porque le gusta la poesía, sobre todo la musicalidad que en- cuentra en la poesía de Rimbaud y Mallarmé. Dominique ríe todo el tiempo, le gusta enseñar, así no le paguen ni un euro. Disfruta de en- señar a los habitantes de este sitio y a todo visitante que quiera apren- der más del francés. ’ ’ ’ A pesar de que cree que los fran- ceses son en general gente amable, Li ha tenido problemas con algunos clientes, en especial con los lati- noamericanos y con los asiáticos. A veces da la impresión de que tienen celos que ella tenga trabajo y ellos no, y siempre le dicen alguna ofen- sa o algún insulto de más. Li se ha quejado con el dueño de la tienda de víveres y el gordo francés le dice: —Mujer, no te pongas así, yo sé que hay clientes difíciles, eso pasa en todos lados, pero vivimos de su di- nero, de lo que ellos nos consumen en nuestra tienda, ¿comprendes? Li agacha la cabeza y se marcha murmurando malas palabras en su idioma natal. Palabras que el gordo francés no entiende. Palabras que nacen en su interior y que están retenidas en su cabeza y que salen de su boca como mariposas negras. Todo iba bien hasta que Shui nota que su madre empieza a llegar muy tarde o no llega a dormir a casa, y a ella, por esta razón, se le va el sueño seguido, es decir, vive un insomnio permanente. Cuando ve a su madre en la cocina o haciendo el aseo y le pregunta por qué no va a dormir o llega muy tarde. Li no le responde o le dice cosas como: —No moleste, no se meta, no me fastidie, preocúpese de sus co- sas. Li empieza a adelgazar y se ve enferma. Su cuerpo lo afirma pero ella niega el lenguaje del cuerpo. Shui sigue en su rutina de clases, con el profesor Dominique, incluso ya escribió su primer poema. ’ ’ ’ Una noche, suena el teléfono en la casa. Es muy tarde. Shui contes- ta. Se escucha del otro lado la voz de un hombre: —Aló, aló, Li, Li, ¿estás en casa? Aló, aló, aló, aló. ¿Dónde estás? —Ella no está en casa —que no ha regresado del trabajo, responde Shui. Se corta la llamada. Shui que- da preocupada. Su mente está en blanco, no sabe qué pensar al res- pecto. Llama al móvil de su madre pero está apagado. Li no regresa a casa esa noche. Shui se queda dor- mida muy cerca de la puerta de la entrada, esperando noticias de su madre. A la mañana siguiente, Shui llama a sus vecinos y a sus cono- cidos del barrio para saber algo de su madre. Nadie da noticias sobre ella. Llama varias veces al móvil de su madre pero sigue apagado. Tiene miedo de que a su madre le haya pasado algo malo. A los pocos días, suena el teléfo- no. Es Li. Shui llora al escuchar su voz. Li le dice que la perdone, que ha estado mal de salud, ha estado internada en una clínica para inmi- grantes. Li le dice que tuvo que de- jar la tienda de víveres y que ahora la llama de la casa de un amigo, que pronto la llamará y que le ha deja- do trescientos euros con una vecina del barrio, para que pueda comer y estar tranquila, que pronto llamará de vuelta. Shui tiene muchas pre- guntas que no hace y le dice que irá por el dinero pero antes llora del otro lado del teléfono. Su voz suena lejana y rota. Li cuelga. Shui deposita el dinero en una gaveta y trata de economizar. Com- pra lo básico para comer. Quiere que el dinero le dure lo que más pueda hasta que regrese su madre. Vuelve a sonar el teléfono. Nueva- mente es la voz del hombre pregun-