Revista Casapalabras N° 36 Casapalabras N° 36 | Page 38

Emerio Medina P 36 or estos montes no se puede andar de noche sin haberlos recorrido primero a la luz del sol. No se puede caminar se- guro sobre estas piedras resbalosas, sobre estos roquedales traicioneros de serpentinas que se deshacen cuando el pie no asienta bien. Solo descuidarse un poco y el pie res- bala sobre las puntas de las rocas. Porque ahora todo es bajada. Baja- da de tres mil metros. Dice Cami- lo que hay más. Y yo digo que hay seis mil por la carga que llevo so- bre los hombros. Son cien libras de café. Tres mil metros de bajada por este camino de serpentinas resba- losas con cien libras de café sobre la espalda. De noche. Vamos con la vista baja para tratar de adivinar los huecos. De recordar dónde es- tán. Todo para no partirnos un pie. Y para cuidarnos de las zarzas. Ya cuántas veces nos quedamos en- sartados en las espinas como pe- ces. Pero no somos peces. Vamos bajando desde los cafetales, vamos a pie, con miedo a resbalar en estas piedras sueltas del camino. Vamos saltando desde arriba, esquivando las espinas de las zarzas. Bajamos como los chivos por estos roque- dales, pero no somos chivos. So- mos nosotros. Vamos bajando car- gados de café por este camino de cabras. Café robado. Uno pudiera pensar que nada bueno nos espe- ra. Uno pudiera pensar eso. Pero vamos juntos. Camilo y yo vamos delante. Desde acá vemos las lu- ces del pueblo y nos detenemos a esperar.