Revista Casapalabras N° 36 Casapalabras N° 36 | Page 10

Premio Nacional de las Letras Españolas 2018 8 Ítaca Desde fuera ¿Y quién alguna vez no estuvo en Ítaca? ¿Quién no conoce su áspero panorama, el anillo de mar que la comprime, la austera intimidad que nos impone, el silencio de suma que nos traza? Ítaca nos resume como un libro, nos acompaña hacia nosotros mismos, nos descubre el sonido de la espera. Porque la espera suena: mantiene el eco de voces que se han ido. Ítaca nos denuncia el latido de la vida, nos hace cómplices de la distancia, ciegos vigías de una senda que se va haciendo sin nosotros, que no podremos olvidar porque no existe olvido para la ignorancia. Es doloroso despertar un día y contemplar el mar que nos abraza, que nos unge de sal y nos bautiza como nuevos hijos. Recordamos los días del vino compartido, las palabras, no el eco; las manos, no el diluido gesto. Veo el mar que me cerca, el vago azul por el que te has perdido, compruebo el horizonte con avidez extenuada, dejo a los ojos un momento cumplir su hermoso oficio; luego, vuelvo la espalda y encamino mis pasos hacia Ítaca. ¿Quién sería el extraño que quisiera conocer un paisaje como éste? Desde fuera, la isla es infinita: una vida resultaría escasa para cubrir su territorio. Desde fuera. Pero Ítaca está dentro, o no se alcanza. ¿Y quién querría descender al fondo de un silencio más vasto que el océano? Silencio son sus habitantes, silencio y ojos hacia el mar. Desde fuera las aguas son caminos —desde la playa son sólo frontera—. ¿Y quién sería el torpe navegante que entraría en un puerto sin faro? Desde fuera, los dioses nos contemplan. Desde aquí, no hay un pecho capaz de cobijarlos: los dioses son palabras; con el silencio, mueren. ¿Alguna vez la isla fue distinta? Quién lo puede saber desde el aturdimiento. Sin palabras, sin dioses, Ítaca es sólo el mar.