Revista Cantera Dec. 2015 | Page 49

no se cuestionan los acontecimientos, sino que operan sobre la base de la costumbre y las formas de comunicación que el poder o discurso oficial ha historizado, enseñado y heredado. La ciudad es la zona de contacto de estas identidades5 nómades en un territorio donde lxs sujetxs se organizan en roles de poder y subalternidad, siendo el yo la clave de comprensión social. Se evidencia una mirada autoreferenciada en la que toda importancia está en lo individual, la delimitación de los espacios y de la comunicación, articulando un permanente estado de alerta con respecto a lxs otrxs. De esta manera, se erige un territorio en tensión, una disputa permanente por el espacio - como si Darwin y la teoría de las especies estuvieran de moda en el siglo XXI y las relaciones humanas. Lxs sujetxs permanecen en una psicosis defensiva por el posible dolor que el otro puede causar, sin embargo, el cuestionamiento no es a la inversa, pues la lógica/sin lógica establece que sí puedo ejercer dolor a quien me daña, por lo tanto un delincuente es alguien a quien puedo vulnerar. La fractura se produce en la anulación de la razón y la violencia da paso a una idea trastocada de justicia, porque puedo dañar el cuerpo, pero no formulo una política pública que impida o disminuya la delincuencia. Así, el acto violento como respuesta a la violencia del delito, deviene una purga infructuosa para la sociedad. El neoliberalismo eleva la ciudad, esa urbe productiva y que extiende las redes de cemento hacia los espacios en los cuales las raíces y naturaleza se esterilizan sin poder fertilizarse. Esta acción de diseño urbanístico avasallador se construye también en las subjetividades de las personas que habitan ese territorio. Así como la naturaleza retrocede frente a la máquina y el concreto, sin poder manifestarse en el idioma de los fierros y el cemento, abriendo espacio a la incomprensión del ecosistema, los sujetos degradados de autonomía reflexiva y sudados en enajenación son incapaces de conocer al otro, de detenerse a vivir con el otro, formando cofradías por simpatía que mantienen la comunidad en fragmentac