Revista Cantera Dec. 2015 | Page 18

líes), aunque luego supiese que en tu familia no había ninguna ascendencia árabe o persa, al menos no cercana. Sí de portugueses y canarios, aunque no se vanagloriasen de ello, al principio, de los ochenta. Y fíjate que ya entonces no rondaba el tema, aunque no puedes saber de cuál tema te hablo, pues esto ha derivado –siguiendo el motivo marino– hacia otras playas, arrastrado por una marea de recuerdos, de restos de aquella primera emoción cuando vi uno de mis papelitos asomando por los bordes, sobreviviente al triste destino de los otros, arrugados y lanzados al primer cesto de basura de los pasillos de la escuela apenas eran leídos (cuando los leía). De allí al primer café no faltó mucho, caminar y luego correr juntos, y llorar juntos en una manifestación en las Tres Gracias, o del lado de Plaza Venezuela, o en la plaza El Venezolano (cerca de la cual había un restaurant griego del que fuimos asiduos durante un buen tiempo), mientras sobre nosotros pasaba una estrella fugaz con forma de botella de colita grappette envuelta en llamas, molotov. Compartir mesa en el comedor universitario, cigarrillos, periódicos, siestas en la Tierra de Nadie y una tarde cualquiera el primer beso. Y sí, el amor, pero también la política, porque seguíamos militando con distintos grados de radicalismo: tú verdaderamente ultrosa –esa enfermedad infantil– y con brazo armado, yo estratégicamente participando en el apoyo al parlamentarismo burgués, también conocido como democracia burguesa, luego de la derrota que nos infirieron en los sesenta, hasta que se presentaran nuevas y claras condiciones para la toma del poder. Con un devenir histórico que conspiró para unirnos más al hacer cada vez más evidente que los movimientos armados no tenían futuro, o sí, pero uno definitivamente mortal en Cantaura, tres años después, y al deshacerse mi organización en medio de luchas de facciones –que tampoco habían visto el film de Monty– por el control del aparato, devorados –ahora sí- sus principales dirigentes por el parlamentarismo burgués. 18 Huérfanos de futuro nos tocó forjarnos uno, ¿no es así? Pero otra vez me alejo de ese primer encuentro con la guerra santa, la yihad, del misterioso encuentro en una mesa de cirugía de una hoz, un martillo y un alfanje (“¡La cimitarra! ¡La cimitarra!”, una caricatura de Fontanarrosa que no viene al caso, pero que me sigue haciendo gracia), también conocido como Afganistán, el Vietnam ruso, una medialuna roja que asomó mucho antes de bin Laden y ocupó numerosas conversaciones a fines de los setenta, cuando todavía el socialismo era el horizonte del porvenir, esa línea imaginaria inexistente. Rambo cabalgaba entonces con su carcaj cargado de flechas [