sólo suya, no era la única, y que esa realidad ciertamente relacionada con la suya estaba plagada de otras
tantas Mujeres Abstractas totalmente diferentes entre sí y preocupadas por encontrar su significado. Tampoco
pudo saber jamás que a miles de los observadores que constantemente tenía y a los que no escuchaba les
inspiraba mil mareas de sentimientos e impresiones distintas sin ella pestañear ni pretenderlo, y que era
precisamente esa gran incertidumbre suya lo que los provocaba y lo que la hacía tan especial. Mujer Abstracta
nunca tuvo solución porque para empezar nunca fue ningún error, y nunca tuvo una explicación concreta, porque
era en su imperfecta y extraña existencia donde residía su magia. Y porque a veces las explicaciones tan
concretas y rebuscadas y el deseo desesperado de relacionarlas a toda costa con lo ya conocido, atribuyéndole su
valor a lo normativo y lo dominante son las que apuñalan sutilmente y sin quererlo a las obras de arte,
especialmente las que son rompedoras, y lo que por desgracia acabó con la mágica Mujer Abstracta. Sin saber
que, normalmente, el arte no desprecia a sus propias excentricidades, igual que una madre no rechaza a un hijo
por no encajar.
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