El salto
No entendía como en apenas tres días había puesto su vida patas arriba, se sentía tan confundida dentro de ella,
sentía miedo pero hacía mucho tiempo que no era ella misma y no sabía que hacer. Normalmente los sábados
Jesús iba a su casa, pero no quería verle, tenía que encontrar una forma de alejarse de él. Se dio cuenta de que
todo ese tiempo había vivido la vida que él quería, que había sido manipulada, tantas cosas que no hizo por él…
Tenía más de diez llamadas perdidas en su móvil, y más de cincuenta mensajes. No quería contestar, sus padres
trabajaban así que estaba sola. Decidió llamar a Sara y contárselo todo, estuvo comiendo con ella y dándola con-
suelo ante la situación, él no dejaba de llamar al portal cada hora. No podía salir, sentía que tenía la liberación
muy cerca pero a la vez tan lejos, no sabía que era capaz de hacer Jesús, cuando se quedó sola y el sol bajó, una
sensación de escalofrío permanente se apoderó de ella. Tumbada en la cama oyó que aporreaban la puerta, no
podía ser verdad que le hubiesen dejado entrar.
Carolina se escondió como pudo intentando no hacer ruido, el miedo recorría su cuerpo, Jesús gritaba su nombre
hasta que de un momento a otro se dejo de oír. Estuvo esperando casi una hora para salir hacia casa de Sara, no
quería estar más tiempo ahí. Justo al abrir la puerta apareció delante suya como una sombra veloz que la empujó
hacia dentro, fue algo tan rápido que no tuvo oportunidad de hacer nada, Jesús la tiró contra el suelo sin soltarla
del pelo, parecía que había bebido mucho, ella intentaba hablar, pataleaba pero le tenía encima y era más fuerte
que ella. Él gritaba que eso era todo culpa de ella, le había obligado a hacerlo. Carolina sentía que no podía hacer
nada, ¿Así iba a acabar todo? No, no iba a acabar así, consiguió agarrar un jarrón cuando se le empezaba a
nublar la vista y le golpeó con todas las fuerzas que le quedaban. Consiguió quitarle de encima y correr, correr
porque su vida dependía de ello, llego a la puerta, la abrió, y salió corriendo todo lo rápido que pudo.
La liberación
Sentía tanta libertad, tanto miedo, tantas sensaciones. No dejó de correr, no tenía móvil, nada, ni siquiera su
cartera, consiguió llegar a la casa de Sara. Casi no era capaz de mantenerse en pie, pero Sara y su madre la
ayudaron, estaba en shock pero algo en su rostro mostraba alivio, mostraba liberación, fuerza, tristeza a que el
mundo pudiese ser así. Lo primero que hicieron fue llamar a la policía, a sus padres, Jesús había huido de la casa
pero lo encontraron en casa de un familiar, fue detenido. Fue algo tan rápido que le costó mucho a Carolina
asimilar lo que había ocurrido. Esa noche fue muy larga pero hablando con Sara se prometieron que no dejarían
que estas cosas siguiesen ocurriendo, ni a ellas ni a ninguna mujer, todo esto venía de la misma raíz, y si tenían
que luchar a pesar de las dificultades lo harían, las mujeres estaban en guerra y Carolina por fin era consciente de
todo y de la suerte que había tenido, había luchado, su historia era una más de todas, había conseguido vivir,
vivir para luchar por su libertad, porque no hubiera ni una más ni una menos.
-Por mí y por todas mis compañeras.- Gritó llorando pero con una sonrisa, en la ventana de esa noche del
mundo.
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