Revista Aula Magna | Page 11

ISMA - Instituto Superior Marista A-730 Aula Magna Nº 13 lo que me gusta comer, o cómo me peino… Pregúntame más bien por lo que vivo y pregúntame si pienso dedicarme a vivir plenamente aquello para lo que quiero vivir. A partir de esas dos respuestas puedes determinar la identidad de una persona”. Es decir, pregúntame qué quiero en mi vida, y a continuación pregúntame si estoy dispuesto a pagar el precio para hacer eso. Relacionando las respuestas a estas dos preguntas tendrás el valor de esa persona. Tareas que me llevo a casa “Ustedes dicen que ocuparse de los niños es agotador; y tienen razón. Y agregan que esto cansa porque debemos ponernos a su nivel: tenemos que rebajarnos, inclinarnos, encorvarnos, empequeñecernos… Pero hay algo en lo que ustedes se equivocan: Lo que más cansa no es esto, sino el estar obligados a elevarnos hasta la altura de sus sentimientos, levantarnos, estirarnos, ponernos sobre la punta de los pies, acercarnos a ellos pero sin herirlos”. 3. COMO MARÍA DE LA VISITACIÓN La vivencia de María de la Visitación ha sido también un punto relevante en nuestro Capítulo. Podríamos subrayar varios aspectos de esta imagen, pero yo me voy a detener en la figura de María en sí misma. Y luego, destacaría particularmente el hecho de que lleva a Jesús consigo. Me parece que también ha sido un tema importante: María está embarazada, María lleva a Jesús en su seno. Se establece entre ambos una relación personal, íntima; esa relación que sólo una madre puede tener con el hijo que lleva en sus entrañas. Es una relación de silencio, de escucha, de asombro ante el Misterio. Es, quizá, la dimensión mística de nuestra vida. Hemos hablado durante el Capítulo del profetismo como un eje de nuestra vida; creo que el otro eje debiera ser la mística. Decía un Abad general de los Cistercienses: “Con la coraza de la santa regla, el yelmo de la santa obediencia y la espada de la santa tradición, apenas consigo defenderme… ¡de Jesús!”. Más allá, por tanto, de un cumplimiento externo de prácticas superficiales, está el encuentro personal con Jesús. En el 19º Capítulo general tuve la suerte de estar en un grupo de diálogo en el que se encontraba el H. Basilio Rueda. Recuerdo que, en más de una ocasión, cuando hablábamos de espiritualidad apostólica marista, él decía: “Es verdad, es verdad: apostólica… marista… pero ¡espiritualidad, espiritualidad!”. Algunas personas, al decir que nuestra espiritualidad no es monástica, parece que lo interpretan como que es más fácil, más “light”. A mí me parece que decir que nuestra espiritualidad es apostólica significa que es más exigente. ¿Cómo conservar el centro de mi vida, en medio de mucha actividad, con muchas relaciones? Me parece que como Champagnat, como María, estamos invitados a ser “contemplativos en la acción”. Nos preguntábamos en el Informe del Consejo “¿Por qué vivir a fondo esta dimensión mística de nuestra vida nos está costando tanto?” Thomas Merton escribió en su única novela: “Si quieres saber quién soy, no me preguntes dónde vivo, o Me parece por tanto, que el único aprendizaje o la tarea que me llevo a casa es que hay que pagar un precio; y no hay rebajas, 0% de descuento. Crecer en un camino místico, en un camino de identificación con Cristo no es automático; es un camino, y hay que recorrerlo: paso a paso, y etapa a etapa. Hay que pagar un precio. En este caso, me parece que el precio se calcula con la moneda “tiempo”. Pienso que si calculamos el lugar que ocupa mi oración personal, el tiempo que dedico al cultivo de mi interioridad, podremos valorar la importancia que damos a la espiritualidad en nuestra vida. 4. TODOS SOMOS UNO La imagen con la que empezamos el Capítulo ha sido hermosa: un corazón, que es signo de vida, con nuestros deseos, nuestros sueños… y uniéndolos entre sí, el nombre de cada uno de nosotros, el nombre de cada persona del Capítulo. Somos parte de un cuerpo vivo. Y esto significa que somos miembros dependientes unos de otros. “Así como el cuerpo tiene muchos miembros y, sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno en particular miembro de este cuerpo” (1 Cor). Somos interdependientes. Cito otra vez a Merton, en este caso su autobiografía titulada “La montaña de los siete círculos”: “Puesto que ningún hombre jamás puede ni pudo vivir por sí y para sí solo, los destinos de millares de otros seres se ven afectados, unos remotamente, pero otros muy directamente y de cerca, por mis propias opciones y decisiones. De la misma manera mi propia vida se ve reformada y modificada por las de ellos”. En otras palabras, lo que ocurre en un miembro afecta a todo el cuerpo. 11 am13.indd 11 24/12/2009 10:43:36