ISMA - Instituto Superior Marista A-730
Aula Magna
Experiencia Pedagógica Misionera 2007
Primero me puse en campaña para conseguir cosas para llevar.
Envié un mail, contando sobre la misión, a amigos y conocidos. Es
increíble la respuesta que hubo. Gente que ni idea de dónde había
salido, me contestaba. En algunas ocasiones me preguntaban si
era verdad. En otras, directamente cómo hacer para entregar
las cosas. Me asombró la respuesta y la generosidad. No sólo
entregaron muchas cosas sino que algunas personas se ofrecieron
directamente para ayudar. Les cuento dos anécdotas que me
llegaron muy profundo:
el cariño de los chicos...el recuerdo de Norma Muñoz presente
en cada aula...
Algo que marcó, sin duda, el paso por Icaño: la visita a las familias.
¡Cuánta necesidad de hablar, de ser escuchados! Nos esperaban,
esperaban a los misioneros como cada año. Y fueron instantes
de mates y tortillas, entre las risas de los chiquitos de la casa,
de alguna receta de cocina improvisada para aprovechar lo poco
que se tiene y que rinda...
Experiencia imborrable la de sentir que uno puede hacer algo
por el otro y que eso que hace no es poco. Es dura esta realidad
que nos pertenece, que es nuestra, que tiene rostro, nombre y
apellido, que es mi prójimo, mi hermano y está y espera, nos
espera para recibir sonrisas, palabras que lo reconforten y le
brinden la esperanza de que Dios está con él. Y nosotros tenemos
entonces la oportunidad de acompañarlo con nuestra oración y
nuestra presencia.
¡Siento que ha sido una gracia muy especial el haber compartido
esos días con la querida gente de Icaño que espero pronto
volver a ver!
María Alejandra Altuve
Profesora del ISMA
Testimonio desde el paraje La Costa 1ª
Aprendí el valor de las pequeñas
¿Que generó en mí la misión? La verdad, me resulta un poco
complicado describirlo. Fui sin expectativas. Había visto fotos
y tenía como objetivo transmitir algunos conocimientos, pero
realmente no sabía claramente cómo hacerlo. Sentía cierto
temor respecto de mi capacidad para el logro de los objetivos.
¿Por qué tenía dudas? Les cuento un poquito de mi vida. Soy
contadora y trabajo en un banco, con lo que tengo muy escasas,
por no decir nulas, herramientas pedagógicas. Hoy día, en mi
trabajo, me resulta complicado transmitir las ideas a personas
con quienes trabajo hace años, así que imaginen. Por otro lado,
únicamente conocía al hermano Horacio, quien fue mi maestro
de sexto grado en el Colegio San José de Pergamino. Si a esto
le sumamos el hecho de que nunca había ido a una misión, el
combo era un poquito complicado.
Así y todo, la invitación realizada por el hermano me resultaba
tentadora, así que gracias a Dios, decidí ir, aceptando el desafío.
24
- Una señora, que no me conocía, donó su guitarra de cuando
era pequeña para que podamos armar el taller de guitarra.
Sus palabras fueron: «Realmente le tengo muchísimo aprecio
a la guitarra, pero quiero donarla porque sé que va a estar en
buenas manos».
- Una costurera de muy bajos recursos, junto con un cartonero,
organizaron un esquema para hacer llegar retazos de tela que
sirven para confeccionar sábanas y demás cosas.
Esto trajo a mi mente algo que una persona muy querida me
dijo hace tiempo atrás: «Todo lo que hagamos, por más
pequeño que sea, no sólo suma sino que se transforma
en el eslabón de una cadena con la cual podemos mover
montañas.»
Les cuento esto porque muchas veces dejamos de hacer las cosas
porque creemos que son insignificantes. Estoy convencida de que,
en la cadena, cada uno de nosotros tiene su lugar.
Vuelvo a la misión. Creo que algunas cosas pude transmitir, pero
les aseguro que la balanza se volcó a favor mío. Es muchísimo lo
que me traje, en comparación con lo que di allá.
Aprendí muchísimo, en especial de los niños. El respecto y cuidado
mutuo se percibían en todo momento. Por otro lado, a pesar
de las carencias, en sus rostros se vislumbraba mucha alegría.
Cuidaban mucho el agua (la escasez que hay es terrible!!!!), y
así y todo, en las comidas la compartían con sus compañeritos.
Si a alguno de los nenes le faltaba el plato de comida, el que
estaba a su lado decía: «Señorita, a Fulanito le falta su plato de
comida». Es increíble, se preocupaban por quienes estaban a su
lado sin importar si ellos tenían o no!!!
Otra cosa que me llamó la atención fue un día que dejamos en
la mesa un plato de torta y galletitas. Ninguno de los nenes tocó
el plato sino hasta que un misionero les dijo que se sirvieran,
que estaban para comer. Traten de imaginar la situación…..el
desayuno de los chicos era una taza de mate cocido y una rodaja
de pan. Así y todo, no tocaron nada. En ese momento no pude
evitar recordar las reuniones de trabajo, donde nos matamos por
una media luna. ¿Cuántas cosas podemos aprender, no? ¡Cuánto
nos puede enseñar un niño de 7 años!!!!
El valor de las verdaderas cosas, el respeto por nuestro
compañero, el cuidado por las personas con quienes compartimos
nuestro día, y lo que es más importante, el brindarnos por entero
a quien recién conocemos, sin preconceptos, aceptando lo que
la otra persona es, sin esperar nada más.
Creo que estos días transcurridos en Santiago del Estero me
permitieron, al menos, darme cuenta de todas estas cosas que
estoy intentando transmitirles. Pido fuerzas a Dios para poder
poner en práctica un poquito de todo esto.
Bernarda Annan
Exalumna marista y contadora