ISMA - Instituto Superior Marista A-730
Aula Magna Nº 18
Una evolución semejante se puede notar en
referencia a las líneas de solución propuestas para
las diversas problemáticas que se constatan en la
vida familiartales como la poligamia, las familias
que se derrumban por la situación económica,
el constante aumento de los divorcios, de las
convivencias, incluso de aquellas que no están
encaminadas al matrimonio, y de las uniones
homosexuales, el desafío del secularismo y de
una legislación civil adversa, etc. La misericordia
de la Iglesia, reflejo y prolongación de la de
Cristo, presupone la fuerza del Espíritu que
viene en ayuda de nuestra debilidad y se ordena
a que nuestra vida sea cada vez más agradable
al Padre. De ahí que no pueda ser separada
de la fidelidad al mensaje del evangelio sobre
la familia. En el documento final,los padres
sinodales, recurriendo a una bella expresión de san Agustín, nos invitan a ir más allá de la compasión sensible que no siempre
madura en virtud: “Conscientes de que la misericordia más grande consiste en decir la verdad con amor, vayamos más allá de la
compasión”. Lejos de tratarse de una frase aislada, esta invitación contiene el “hilo de Ariadna” de todo el documento, el binomio
misericordia-verdad (cf. Sal. 85,10)que aparece, de formas diferentes, no menos de 7 veces a lo largo del mismo.
Esta insistencia responde, ciertamente, a algunas intervenciones hechas en el debate de la última semana del sínodo, que pueden
resumirse en la siguiente afirmación del tercer círculo menor en inglés: “Verdad y misericordia no son términos que se excluyan
mutuamente, y en la proclamación de la verdad nosotros proclamamos también la más profunda misericordia, la que se verifica
en la reconciliación y la unidad con Dios; por otra parte, es en la misericordia que encontramos la verdad”. Una enseñanza que se
ve bellamente ilustrada por el episodio del encuentro de Jesús con la mujer adúltera: (“Yo tampoco te condeno. Vete y no peques
más” Jn. 8, 1-11), mencionado tres veces en el documento final. Por su parte, la verdad o rectitud, como lo sugiere la última
afirmación del pasaje citado, lejos de ser un dique que impide el flujo de la misericordia, ofrece los canales que permiten que
dicho flujo avance serenamente produciendo auténticos frutos de conversión y santidad. La Iglesia siente hoy la urgencia de una
mayor audacia y creatividad en el reconocimiento de la riqueza y variedad de estos canales. En este sentido, el Cardenal André
Vingt-Trois, uno de los tres presidentes delegados del sínodo, ha señalado en la conferencia de prensa del episcopado francés
posterior al mismoque ciertas cuestiones exigen un trabajo teológico más pormenorizado mencionando, en concreto, dos. La
primera se refiere al sacramento del matrimonio y busca esclarecer qué es lo que lo constituye como tal.“Dicho de otra manera, ¿es
el hecho de ser bautizado?, ¿se puede hablar de sacramentosi no hay un minimum de adhesión a la persona de Cristo?”. Por otra
parte, según el arzobispo de París, en lo que concierne a la comunión, independientemente de la cuestión del acceso a la misma
de los divorciados en segunda unión, hay que investigar “qué significa el acceso de un cristiano a la eucaristía.Porque si uno no
tiene claridad sobre esto, ¿cómo tendrá claridad sobre las condiciones de acceso?”. Siguiendo con nuestra comparación, podemos
constatar cómo la pericia del médico se ve enriquecida por la intuición amorosa de la madre que sufre la desdicha de sus hijos.
En la misma conclusión del documento final, los padres sinodales, refiriéndose a la tarea que queda por delante, insisten dos veces
más sobre el binomio aludido: “No se trata de decisiones ya tomadas ni de perspectivas fáciles. Con todo, el camino colegial de los
obispos y la implicación de todo el Pueblo de Dios bajo la acción del Espíritu Santo, con la mirada puesta en el modelo de la Sagrada
Familia, podrán guiarnos al encuentro de sendas de verdad y de misericordia para todos. Este es el auspicio que, desde el principio
de nuestros trabajos, el Papa Francisco nos ha expresado, invitándonos a la valentía de la fe y a la acogida humilde y honrada de la
verdad en la caridad”. El sínodo extraordinario sobre la familia nos sitúa, pues, ante el desafío de un nuevo encuentro de la verdad
y la misericordia. Con María, la Iglesia, como madre atenta y solícita, nos exhorta encarecidamente a que, confiándonos totalmente
en Cristo, pongamos todo nuestro empeño en hacer lo que Él nos diga, para que en ninguna familia falte el vino de su gracia y de
su amor.
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