Revista Aisthetikê MAYO 2014 | Page 5

La humanidad no ha encontrado todavía la respuesta al porqué de la vida, pero sí puede dar un sentido a ésta mediante la creación. “Lo más íntimo del hombre es expresar su existencia en el arte; algunos lo hacen a través de la música, pintura, poesía, otros, como yo, con la danza.”

Heráclito, en Grecia, decía que el mundo y la vida eran una sucesión constante de procesos dentro de un ciclo continuo. La vida es movimiento y cambio y Heráclito simbolizaba esto a través del fuego; nada tan variable como una llama, nada con tantas posibilidades de transformación. El espíritu de armonía en la danza, todos los cambios sucesivos, y diferentes pasos que se suceden en una coreografía, podría imitar este aspecto de la naturaleza, este fuego heraclitiano.

Según Ramón Xirau (escritor, filósofo y poeta) “La danza mantiene una lucha entre opuestos y la sucesión de un opuesto a otro, es movimiento, y por supuesto es filosofía y arte.”

Me parece una definición enormemente adecuada a la danza, y es que la danza es algo realmente difícil de definir con exactitud pues es una serie de inesperados cambios y esos cambios se producen porque se deben a que bailando, lo que expresas, son tus sentimientos, y al hacerlo de un modo corporal con ayuda de la música, esos sentimientos y esas inquietudes interiores pueden cambiar con facilidad, pues una persona no es una línea recta, es un universo tremendamente complicado, y ese cambio te lleva a dar un paso y no dar otro, creando algo, un resultado, totalmente diferente al esperado o buscado. Nuestro estado anímico, nuestra filosofía de vida o nuestras incertidumbres inciden en la danza, pues bailar es realizar una proyección de ellos.

Vamos a hablar de la danza respecto a su relación intrínseca con la filosofía a través de un filósofo contemporáneo: Nietzsche.

Nietzsche es uno de los primeros pensadores en la historia de la filosofía que plantea la deconstrucción del esquema de la metafísica, es decir, pone en duda el supuesto que esta ciencia encierra; el de un fundamento que permanece siempre igual a sí mismo, a partir del cual basamos nuestra existencia. Ese fundamento es necesario para encontrar sentido a nuestras vidas.

Pero Nietzsche advierte que suponer un fundamento que permanece idéntico a sí mismo es contribuir a la momificación de los conceptos, porque estos no evolucionan a la vez que evoluciona la vida y la sociedad. Nietzsche se replantea la existencia de un principio que fundamente la existencia de la humanidad.

Pero no terminamos de aceptar que se haya borrado nuestro fundamento, tenemos miedo a aceptarlo. “¿No parece que tenemos un saber al que tememos? ¿Con el cual no queremos estar solos? ¿Un saber cuya presión nos hace temblar, cuyo rostro nos hace palidecer?”. Este saber es el de la inexistencia del fundamento. “Dios ha muerto” dice Nietzsche, y allí, Dios no es solamente el Dios cristiano, sino todo aquello que a lo largo de la historia ocupó el lugar de Dios. Es decir, Dios es el fundamento, y el saber de su muerte implica la mayor de las angustias.

¿Qué hacer, cómo seguir viviendo sabiendo que todo aquello que sostenía nuestras vidas ya no existe?

Aquí entra en juego el papel de la danza. La danza aparece como instancia superadora de la angustia por la pérdida del fundamento.

Según Luis Guervós, profesor de filosofía, sólo 'un arte bailarín', con su levedad y ligereza, puede elevar al hombre hacia lo más alto. Nietzsche cree que la danza, arte del que lo espera todo, es necesaria, fundamentalmente, para “poder disfrutar de la libertad sobre las cosas, puesto que el arte que se propone como alternativa es un arte que se ha liberado de las determinaciones asfixiantes del espíritu de la pesadez, que impide al hombre ser libre.”

Dice Nietzsche en “Los siete sellos”, “Mi Alfa y mi Omega es que todo lo que es pesado y grave llegue a ser ligero; todo lo que es cuerpo, bailarín; todo lo que es espíritu, pájaro”. Guervós explica que lo grave y lo pesado ha de ser superado por la ligereza de la danza; mediante la danza, es la vida la que penetra en el cuerpo, provocando un estado de exaltación en el que el sujeto ya no es más artista, sino “una obra de arte”; por eso la mejor manera de comprender y experimentar la vida es danzando, escuchando los modos de decir del cuerpo. La danza es la mayor expresión de afirmación de la vida.

“Algún día la filosofía aprenderá a danzar” dice Nietzsche en “De leer y escribir”.

La danza no plantea la solución al problema de Nietzsche de desconfiar de un fundamento, pero tampoco es una mera metáfora vacía de contenido.

La danza es una metáfora, eleva a este arte como la nueva forma de escritura: escribir con el cuerpo sobre la tierra y el aire. La danza se sobrepone a la deconstruída idea de un fundamento, como parámetro para situar nuestra existencia.

Llegados a este punto, espero, que las concepciones originales que teníamos sobre danza y filosofía como conceptos totalmente independientes, queden anuladas y sustituidas por unas nuevas en las que podamos apreciar la totalidad de su relación y necesidad de la una hacia la otra.

Y es que personalmente bailo porque anímicamente lo necesito, es decir, mi alma necesita de la danza, porque es la mejor manera para mí de concentrar en un baile a través de mi cuerpo, es decir; de forma material y corpórea; mis preocupaciones, mi filosofía y mi manera de expresarlos. Es la unión entre el mundo, mi mundo anímico y metafísico (mi filosofía de vida) y en el mundo en el que vivimos el mundo físico.

Y es que como dice Nietzsche, la danza nos permite sobreponernos a la realidad, la danza me permite arrancar las penas del pecho y alterar la gravedad, y es que para mi, filosofía es danza, mi filosofía es la danza.

Paula Hidalgo Torres, 2º BCB

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