RESISTENCIA, la revista 001 | Page 7

en su gran obra de Relatos de Kolimá para darnos cuenta de hasta donde puede llegar la barbarie humana. O incluso leer a Franz Kafka que en su obra La metamorfosis (escrita antes de la subida de Hitler al poder) describía la degradación de un ser hasta llegar a ser un infrahumano.

Nuca más, con esa idea promulgaron la Carta de los Derechos Humanos. Ilusos pues a final del siglo XX tendríamos que

Derechos Humanos

Humanoos

“El camino que condujo a Auschwitz discurrió a través de la frustración, el populismo, la estigmación de los judíos como chivos expiatorios, la deshumanización de los demás seres humanos y la pasividad, hasta llegar al odio instucionalizado” [Piotr Cywinski]

Pero los Derechos Humanos tienen su propia historia antes de que se constituyeran en una Carta de la ONU. Hay que retrotraerse a las Revoluciones Burguesas (Americana y Francesa), sobre todo a sus líderes. Así Thomas Paine revolucionario norteamericano y que intervino en la Revolución Francesa escribe Los derechos del hombre donde comenta la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” y la defiende frente al conservadurismo del filósofo inglés Burke. Pero tampoco quiero olvidarme aquí del Feminismo. Por un lado Mary Wollstonecaft que en 1792 publica Vindicación de los derechos de la mujer, donde defiende que las mujeres debían recibir una educación acorde a su posición en la sociedad.

Y por otra parte, la revolucionaria francesa Olimpe de Gouges que en 1791 publica La Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana y que supondría su condena a la Guillotina.

Por último queda el gran Robespièrre en su defensa de los Derechos del Hombre y que puso como primer derecho inalienable el Derecho a la Existencia al que se han de supeditar todos los demás. Un Derecho que no es otro que la defensa de “todo ser humano, por el mero hecho de serlo, tiene que tener cubiertas sus condiciones materiales de existencia”.

7

Javier Méndez Vigo Hernández

ver imágenes parecidas en Sebrenica o las actuaciones de poderes como en Ruanda. Pero dicha Carta ha quedado como una “idea regulativa” para una moral cívica en la que deben estar implicados todos los Estado. Es la ética mínima (por utiliza la terminología de la profesora Adela Cortina) que todo Estado democrático debería cumplir.