RESISTENCIA, la revista 001 | Page 65

Uno de los pasajes más importantes en nuestro viaje a Madrid fue, sin duda, la visita a la exposición sobre Auschwitz en el Centro de Exposiciones Arte Canal. Esta experiencia, como era de esperar, no solo nos ofrecía la información sobre lo que ocurrió en aquel terrible lugar, también nos sumergió en la mente de los que sobrevivieron.

Cuando lees en un libro de historia sobre lo que ocurrió, lo máximo que puedes llegar a sentir es asombro, al pensar como unas personas llegaron a provocar aquella atrocidad. A lo largo de la exposición, no paraba de rondarme por la cabeza la idea del dolor. Allí me di cuenta de que el dolor tiene muchas formas. Forma de muros, ropa, camas, libros e incluso juegos.

No solo pensé en el dolor, también en los causantes de este dolor. ¿Cómo una persona puede dormir tranquila siendo participe de todo aquello? Al fin y al cabo, todas aquellas personas tenían padre, madre o simplemente familia. No es posible que los responsables de aquella barbarie fueran de hielo delante aquel escenario, o al menos, es lo que quiero creer.

También me rondaba por la cabeza como podían ver a la religión en aquella situación. ¿Como la gente podía creer en un dios que permitía todo lo que les ocurría? ¿Si realmente existía ese dios, realmente era tan bueno? Quizás, en las peores situaciones, en las que no te queda nada a lo que aferrarte, la idea que hay algo más allá es lo mejor que tienes

Quizás, lo que más me afectó fue un libro que pasaba desapercibido por la gente. Un libro enorme, en el que se recogían los nombres, apellidos y edad de miles de niños. Todos ellos muertos. La mayoría sin nadie que los recuerde. Eso me hace pensar que, si nadie te recuerda, ¿realmente has existido?

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"¿Cómo la gente podía creer en un Dios que permitía todo lo que les ocurría?"