puño & letra Winter 2018 | Page 15

cualquier cosa para comprar alcohol. El radio, los muebles, o cualquier cosa de valor, cuando ya no quedaba nada más, vendió la parcela de terreno donde sembraban para la familia. Viviendo con él, Rosy estaba angustiada. No era la familia que se había imaginado. No era ocasión rara que llegara a casa borracho y que desquitara sus enojos al mundo con su familia. Su carácter era fuerte y mandativo, quería las cosa muy rápidos y hechas a su manera únicamente. Era particularmente exigente con la comida, y ella no sabía ni podía cocinar. Tampoco la dejaba jugar ni salir con nadie ni a ningún lugar Siempre las trataba mal, no quería que Rosy estudiara, le decía “las mujeres solo deben de estar en la cocina y buscando marido.” Cuando tomaba, ella y su mamá escondían los machetes y los cuchillos, o cualquier cosa que tenía el potencial de herirlas. Sin embargo, lo mejor era esconderse de él. Sus propios padres y hermanos se le alejaban lo más posible porque los golpeaba sin lástima. Todos le temían por su carácter bravo y el daño que causaba. Rosy, su hermana y su mamá buscaban refugio en la casa de su abuela materna, la única persona al que él le tenía miedo. Pero su papá no se rendía. Cuando no estaba su abuela, llegaba a buscar a su mujer y le pegaba. Sin advertencia, algunos días, llegaba a casa tomado y no tenían tiempo de esconderse; las golpeaba. A veces su madre la defendía, pero al hacerlo él desataba toda su furia ante Rosy. Su hermanita tampoco era inmune a sus golpes cuando lo provocaban. El castigo de su madre era ver frente a sus ojos como hería a sus hijas. Algunos días, los golpes venían en puños de palabras. Le decía a Rosy que no era su hija, y aunque no actuaba como un padre, el rechazo le dolía. Su mamá siempre le aseguraba que él sí era su padre, ella era su único consuelo. En el cafetal, la cara de su madre brilla con una sonrisa al sentir a su hijo moverse adentro de su panza. Al aquietar el movimiento en su vientre, su sonrisa se reduce a una cara de aflicción cuando recuerda que hace pocos meses yacía en el suelo golpeada al punto de abortar. Unos cuantos días después de aquella tarde en los campos de café, a las siete de la mañana nació un varón hermoso con ojos tiernos y piel clarita. El primer niño de la familia y tan dulce. Rosy estaba eufórica por tener un hermanito, le encantan los niños y lo adora a él aún más. Al verlo jugar en una tarde tibia Rosy se dio cuenta que tenía la sonrisa más bonita de la familia. Delgado y tierno, adora estarse riendo y jugando; le llena de amor y cariño el corazón a su hermana. Aún así, Rosy no puede dejar esa pequeña duda que sus enojos y lloriqueos son más que berr