texto: ENRIQUE ZEGARRA
arte: MAX CREVER
diseño: ELISE GELLMAN
QUE LAS LLUVIAS
L
as nubes negras de la víspera advertían que sería una noche
larga y peligrosa; así fue. El año pasado, Perú sufrió una
temporada de lluvia torrencial fatal. Todo se convirtió en una
pesadilla de agua y lodo. Las antes cristalinas aguas del río ahora
contaminadas por la tierra corrían por las calles, dejando un rastro
de destrucción masiva. Los puentes y carreteras se derrumbaron
por la furia del agua al socavar sus estructuras. Desde sus casas
algunos pobladores observaban el cataclismo mientras en las
calles otros corrían por sus vidas con el deslizar de la tierra y
el agua que los seguía. Por otra parte, se sentían indignados al
quedarse inmóviles porque que no podían restringirlo y salvar
lo que antes les pertenecía. Los pueblos retumbaban de llantos y
pedidos de auxilio.
Esta calamidad fue causada por uno de los fenómenos climáticos
del Niño más violentos registrado en 20 años. Perú alcanzó
una cifra de casi 100 muertos y hubo más de medio millón de
damnificados. Para los que no conocen, el Niño es un fenómeno
de calentamiento en la superficie del mar Pacífico. Es algo inusual
ya que el agua es fría en el invierno y otoño y solo ocurre a una
frecuencia irregular de intervalos de 3 a 5 años. En circunstancias
normales, los vientos alisios circulan de oriente a occidente
causando temperaturas marinas cálidas en el pacífico occidental
y más frescas en el pacífico oriental. Por esta razón, Perú recibe
un clima seco mientras Oceanía obtiene un clima tropical que
favorece las lluvias. Sin embargo, en épocas del Niño, los vientos
alisios no son lo suficiente fuertes. Esto causa que el sistema de
circulación de aire se debilite y el agua caliente se estanque en
la costa de Sudamérica. El proceso climático es revertido y la
precipitación causa inundaciones, deslizamientos y huaicos, los
derrumbes andinos.
La capital, Lima es la segunda ciudad desértica más poblada del
mundo. Típicamente recibe apenas 15 litros de agua de lluvia
anual. Sin embargo, durante el evento alcanzó más de 100 metros
cúbicos por segundo, o un litro cada diez segundos. El suelo no
es lo suficientemente compacto para resistir cantidades de esta
escala y la escasa vegetación en la montaña hace que el agua corra
con mayor velocidad, provocando un efecto más violento de lo
esperado.
Entre muchos de los damnificados, se destaca a Evangelina
Chamorro Díaz que conmovió a la nación y al mundo después
de sobrevivir un huaico en Punta Hermosa, un distrito limeño.
Logró resistir el río de lodo al aferrarse a ramas de árboles y
piezas de madera. Evangelina Díaz declaró que justo después de
dejar a sus hijas menores en la escuela y atendido sus animales en
el corral con su esposo, escuchó el ruido bullicioso de las aguas
aproximándose. De repente, la sostenía su esposo y un tronco de
madera. A pesar de todos sus esfuerzos, la madera se rompió y
fue arrastrada por el alud. No podía ni respirar. Sin embargo, el
temor que sus hijas se quedaran sin padres la incentivó a seguir
luchando y eludir el lodo que la consumía. La lograron sacar pero
ella no recuerda quién o cómo lo hicieron. Afortunadamente, la
atendieron en el hospital y ella y su esposo estaban bien. Ahora