Periódico Casco Antiguo News EDICIÓN 25 · 2018 | Page 4

RECOMENDACIONES C ésar del V asto ESCRITOR PA N A M Á R ecomendamos PARA LEER DARÍO HERRERA, la consagrada nostalgia Es nuestra primera flor literaria internacional del siglo XX: Da- río Herrera (1870-1914). Desde los primeros días de septiembre de 1892, se conocen sus poemas aparecidos en el semanario El Cronista, anunciando la matrícula de Darío al movimiento literario modernista, encabezado por José Martí, Rubén Darío, Gutiérrez Nájera, Julián del Casal y Díaz Mirón entre otros. Adolfo García, León A. Soto, Simón Rivas, Abel Ramos, Adria- no Velasco y Darío Herrera escriben sus versos, críticas y pro- sas muy imbuidos en la literatura francesa, pero el modernismo es americano. Guillermo Andreve edita y dirige la revista literaria El Cosmos, influida de cultura europea y después americana. Allí se conocen sus primeros cuentos, en 1895, publicados en el papel impreso de Andreve. Transitó del verso a la prosa, gradualmente. Casi todos participaban en la política liberal, menos Herrera, quien parte a Suramérica en 1898. Radicado en el gran Buenos Aires, Herrera no falta a las tertulias principales de la ciudad. Es reconocido como unidad el cenáculo formado con Juan Pablo Echague, Leopoldo Lugones y Jaime Freyre, entre otros. Tradu- ce a Oscar Wilde en su cuento Balada de la cárcel de Reading, además de traducir a Heine, Carducci, D’Annunzio y Flaubert. Labora un tiempo para el diario La Nación. En 1903 edita su obra cuentística Horas lejanas y es nombrado agente confi- dencial de la República de Panamá ante el Gobierno argentino. Luego es designado cónsul en Saint Nazaire, sin dejar de concurrir a las actividades culturales y literarias suramericanas. Andreve vuelve a editar y dirigir otra revista literaria, El Heral- do del Istmo, en 1905, pero de pronta desaparición. Allí encon- tramos sus piezas labradas con las manos de Darío Herrera. Sonetos, críticas literarias, poemas, crónicas, debates, traduc- ciones, relatos y cuentos son editados entre Panamá y Argen- tina. Rodrigo Miró nos informa: Rubén Darío lo coloca junto a José Asunción Silva y Guillermo Valencia en Colombia. Martí dijo «Amaba la frase límpida y cristalina de Flaubert, cuyo espejo quería ser en prosa castellana». Siendo aún cónsul de Panamá, fallece en el puerto de Valpa- raíso, Chile. Apenas conocemos —hasta hoy— Horas lejanas (compilación de cuentos) y Lejanías (compilación de poemas). PARA VER EN BÚSQUEDA DEL CELULOIDE PERDIDO En los Estados Unidos se habla de una filmación primigenia, de 1898, en medio de los preparativos o posteriormente de la guerra hispano-norteamericana, donde se filmaron las costas panameñas. Solo encontramos este trabajo de 1904, Inicio de las obras del canal de Panamá, 1904-1905 (título genéri- co). Estados Unidos, 1904-05. B-N. Silente. Producción: Departamento de Guerra de los Estados Unidos. Re- gistros de duraciones diversas, en torno a la construc- ción del Canal de Panamá. Diez años después, tras varias filmaciones estadou- nidenses sobre nuestro país, se afirma que el primer trabajo fílmico panameño es El viaje del presidente a la provincia de Chiriquí (título asignado por el autor), Panamá, 1914. Sin datos. Documental que registra un viaje interno del presidente Belisario Porras. Haciendo un poco de arqueología cinematográfica, calculamos a estas alturas el primer trabajo hecho por los estadounidenses y el primero de nosotros los pa- nameños. Hay no pocas distancias, y seguramente no será difícil adquirirlos. Estamos seguros, algún coleccionista exquisito, o la misma Biblioteca del Congreso en EE. UU., o centro audiovisual, incluso fundación con acervo fílmico, po- see muchas de nuestras primeras vistas. Esperamos, y seguiremos presionando para ello, que algún día nuestras incultas autoridades guberna- mentales se dignen incursionar seriamente en activi- dades audiovisuales. Lo contrario será el oprobioso juicio de la historia. PARA ESCUCHAR UNA BOA CON SABOR A CARIBE Víctor Everton Boa McRae, pianista, compositor y arreglis- ta descendiente de jamaicanos, nacido en 1925, según Lidya y Roberto Reid, en el El Vaticano, un sector caliente del barrio pesquero de El Chorrillo de la ciudad de Panamá. Creció en la Iglesia bautista y tuvo la suerte de haber nacido de dos padres musicales, Louise McRae, su madre, que tocaba el piano y can- taba, y John McRae, su padre, quien tocaba el órgano. Aprendió a dominar el teclado a los quince años y desde allí fue prácti- camente autodidacta. Pronto se convirtió en parte de la floreciente escena jazzís- tica de Panamá a fines de la década de 1940. A lo largo de su vida fue conocido como El Sumo Sacerdote del Jazz, El Maes- tro de la Junta Clave y el Hombre Eléctrico. Se volvió muy buscado para actuaciones en los hoteles y clubes de jazz tanto de Colón como de la ciudad de Panamá, y tocaría prácticamente en cualquier lugar; él era tan versátil. Su versión particular de su compleja expresión de jazz se llamaba tambo jazz o panajazz, dos términos que él mismo acuñó. Solo por mencionar algunos lugares donde actuó Víctor, podemos comenzar con Snake’s Pit y Kelvin’s en Río Abajo, Club Wind- sor y Club Camelot, Continental, Marriott, Hotel El Panamá y 4 Panamá Señorial. También tocó con estrellas de jazz como Avelino Muñoz, Woody Herman, Gerry Mulligan (uno de mis favoritos) y Charlie Parker. Anel Sanders, quien tiene fama de ser el primero en tocar los timbales stand-up en Panamá, tocó con Víctor en lo que más tarde se convirtió en Estrellas Panameñas de Máximo Rodríguez en la década de 1950; el grupo incluyó al famoso cantante Camilo Rodríguez, el doblemente famoso Cab Ca- lloway Jr. y Fermín Francisco Castañeda en los bongos. Casta- ñeda luego se convirtió en el director de la Sinfonía Panameña y profesor en el conservatorio de música. Víctor tocó el piano profesionalmente con Armando Boza en su gran banda La Perfecta en 1947, y lo dejó tres años más tar- de para comenzar su propia orquesta, La Sonora de Víctor Boa, en 1950. Hasta aquí los Reid. Ahora yo: Su cadencia rítmica ex- tendida desde el movimiento de las manos al cuerpo hicieron fuera bautizado Boa, como seudónimo. Se enamoró desde temprano de los ritmos del jazz, blues, ragtime, calipsos, bossa, waltz, entre otros para combinarlos a nuestros conceptos tradicionales de la música caribeña; lla- mándolos panajazz, y tambo jazz.. Falleció en 2004,