PASIÓN POR DIOS SALVACIÓN PARA EL MUNDO Beata Concepción Cabrera. Laica · Mística ·Apóstol | Page 10

En junio de 1925, esta seguidora del Crucificado se confió a la di- rección espiritual de monseñor Luis María Martínez, teólogo y místico, obispo coadjutor de Morelia, quien fue su director hasta que ella murió. Él fue un instrumento del Espíritu Santo para llevar a término la obra de santificación de esta mística y apóstol. La acompañó personal- mente y por medio de cartas. De gran provecho para ella fueron los ejercicios espirituales que casi cada año le dio. Con sus reflexiones –que le entregaba por escrito–, el obispo ayudó a su hija espiritual a reconocer las gracias que Dios le había dado, a comprender mejor su misión en la Iglesia y a vivir esa misión con generosidad y sencillez. El 28 de marzo de 1926, ella tuvo una gran dicha: el pa- dre Félix de Jesús Rougier hizo sus votos perpetuos como Misionero del Espíritu Santo. Posteriormente, esos mensajes fueron pu- blicados con el título: A mis sacerdotes 2 . En octubre y noviembre de 1936 estuvo en Morelia haciendo ejercicios espirituales bajo la dirección de monseñor Martínez. A su regreso a la Ciudad de México, ella fue a visitar al padre Félix de Jesús y a las dos comunidades de Religiosa de la Cruz que había en la capital. Luego llegó a su casa, y ya no volvió a salir. Día con día su salud empeoraba. A partir de diciembre, la cui- daron y velaron las Religiosas de la Cruz. El 3 de marzo de 1937, a los setenta y cuatro años, murió santamente. En sus últimos momentos, estuvo acompañada por algunos familiares, por Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús y Misio- neros del Espíritu Santo, y por monseñor Luis María Martínez. Le pusieron el hábito «¡Oh mi Jesús, y qué fiel eres en tus promesas, ¡bendito seas! Me había dicho que el Padre Félix sería de la Cruz, y después de mil obstáculos que los hombres pusieron, triunfó Jesús. […] Gracias, gracias, mi amadísimo Jesús, y bendito seas. Cuántos años de esperar este día feliz. Yo en cama, no pude asistir, pero me uní a la dicha de todos rezando muchos Te Deum». En junio de 1926, con su hijo Salvador, fue al Con- greso Eucarístico, en Chicago. Jesús le había pedido: «Quiero que vayas al Congreso eucarístico, a represen- tar a México» y a «las Obras de la Cruz». En septiembre de 1927, Jesús comienza a darle unos men- sajes para los ministros ordenados: las confidencias. Le dice: son «palabras con virtud, palabras operativas en los corazones; palabras que penetrarán, convirtiendo y transformando». «Yo te prometo que estas confidencias del corazón de un Dios hombre, conmoverán, y darán fru- to copioso a mi Iglesia, y una grande gloria a la Trinidad». 20 Beata Concepción Cabrera de Religiosa de la Cruz, pues en 1910 el Papa le había concedido hacer los votos religio- sos, válidos en el momento de la muerte. Al día siguiente, sus restos mortales fueron llevados al Panteón Español y de- positados en la cripta de las Religiosas de la Cruz. La fosa fue sellada con una plan- cha de mármol que tenía esta inscripción: Cruz de Jesús. Su nombre simbólico 3 . Y, organizados teológicamente, también fueron publicados con el título: Sacerdotes de Cristo. 3 En latín: Crux Iesu. Esa plancha se encuentra en el museo de Concepción Cabrera. Ver la nota 4. 2