arco para ir preparando los músculos (el frío ya era intenso) y
vuelvo a ver la cola del zorro justo al lado del árbol que había
detrás de la baña; noto cómo me tenso dispuesto a hacer un
disparo rápido, cuando de pronto entra en la zona una urraca,
se planta encima de mi y empieza a cantarle al zorro que estoy
allí.
El zorro con un trote ligero cruza un pequeño claro entre el árbol y la maleza y adiós, no pude tirar porque la urraca le había
avisado.
Era imposible que la urraca me hubiese visto, estaba inmóvil
esperando; unos días después, haciendo un rececho en los pasos de jabalíes al amanecer, me pasó lo mismo estando debajo
de un árbol: me canto una urraca. El motivo de esto es simple:
estas inteligentes aves cuando ven el claro de la piel de una
persona en el bosque lo cantan y ponen sobre aviso a todos los
habitantes cercanos de por allí.
Bajé del monte cabizbajo pensando qué había hecho mal hasta
que lo descubrí; ahora nunca se me olvida ir camuflado de los
pies a la cabeza.
Un abrazo a todos los nómadas.
Arturo Herraez