Nómadas 02 | Page 32

arco para ir preparando los músculos (el frío ya era intenso) y vuelvo a ver la cola del zorro justo al lado del árbol que había detrás de la baña; noto cómo me tenso dispuesto a hacer un disparo rápido, cuando de pronto entra en la zona una urraca, se planta encima de mi y empieza a cantarle al zorro que estoy allí. El zorro con un trote ligero cruza un pequeño claro entre el árbol y la maleza y adiós, no pude tirar porque la urraca le había avisado. Era imposible que la urraca me hubiese visto, estaba inmóvil esperando; unos días después, haciendo un rececho en los pasos de jabalíes al amanecer, me pasó lo mismo estando debajo de un árbol: me canto una urraca. El motivo de esto es simple: estas inteligentes aves cuando ven el claro de la piel de una persona en el bosque lo cantan y ponen sobre aviso a todos los habitantes cercanos de por allí. Bajé del monte cabizbajo pensando qué había hecho mal hasta que lo descubrí; ahora nunca se me olvida ir camuflado de los pies a la cabeza. Un abrazo a todos los nómadas. Arturo Herraez