Nómadas 02 | Page 31

¡¡¡Dicho y hecho!!!. Entramos ilusionados en el monte pero con sumo silencio y controlando de dónde venia el viento, ya que en esas zonas era habitual que el viento bajase de la parte alta del monte y cambiara de dirección en lo que nosotros llamábamos “la hora bruja”, entre dos luces, el momento en que el sol se ponía y comenzaba la noche. Llegué al punto donde estaba la espera y comencé a subir el arco y el pequeño equipo que llevaba y empecé a jurar en Arameo o Árabe o yo que sé; aquel artilugio sonaba cada vez que subía algo, iba a terminar despertando hasta a los osos y creo que en ese lugar nunca los hubo. Cuando subo y me coloco intuyendo la posible salida del guarro, me doy cuenta de que el gorro de lana que me protegía mi incipiente calva, lo había dejado en la cabaña, y dije: “bueno los jabalíes no ven bien y no se cuelgan de los árboles”, con lo que solamente con un pañuelo camuflado me cubrí parte de la cara y a esperar. Después de un largo rato de espera, cuando ya empieza a quedar poca luz, oigo movimientos en el monte cercano y se van acercando hacia la posición donde estoy; por el ruido pensaba que era algún jabalí pequeño cuando de pronto a mi derecha y en el paso de una mata a otra veo la cola de un zorro que llevaba el camino de la baña y parecía que iba a entrar por donde yo había intuido. Compruebo que el aire sigue en su sitio y tenso ligeramente el