casi nada, como no sea de vivir la vida a tope, y hago semejante afirmación completamente en serio. Pero ello no obsta para que me haya
decidido a contar en pocas palabras cómo fue mi difícil camino de regreso, cómo pude vencer -o sobrellevar– los efectos secundarios de
mi tratamiento, que aún hoy día me aquejan y que no sé si dejarán de
honrarme con su presencia ni cuándo amanecerá tal día, si es que llega. Creo firmemente en el poder de la
fuerza de voluntad del ser humano, y
como por desgracia habrá muchos
hermanos que hayan pasado por un
trance tan aterrador como el mío, es
mi deseo que estas letras valgan para
infundirles ánimo y valor, para ayudarles a ver con más claridad entre las tinieblas, porque éstas no hacen sino
ocultar la luz, eterna e inmutable.
He vuelto a usar a “Rain Dancer” y a
sus 55 libras, y las potentes palas de
“Pontiac” me hacen ojitos desde su
funda… Veremos. Dada la portentosa
facilidad que para el ajuste fino ofrece
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