Nómadas 02 | Page 22

El difícil camino de regr A veces, no hay otro camino posible que no sea echarse a andar, olvidando el miedo... A ndaba do hac meses en mitad del monte, esperando, como casi siempre, a nuestro anhelado ma se jabalí. Como la noche se mostraba parca en acontecimientos, mi mente s desenfocó con cierta rapidez, relajando la atención que había fijado en los elementos propios de la situación que me rodeaba. Y casi de inmediato, com podía ser de otra manera, avancé sin pausa por las largas avenidas del recue do, por los sombríos bulevares de mi vida. Ya no soy quien era hace un par de años. Ha cambiado mi físico, ha cambiad mi psique, mi situación personal, y no solamente a impulsos de la edad, que también. Mi fiel “Pontiac”, mi viejo Black Widow MAIII, del que era capaz de extraer 72 libras, duerme silencioso en su estuche, en esa vigilia impotente triste que aqueja a quien se siente injustamente arrumbado, herido de crue olvido. Hace mucho que no impulsa, alegre, sus rápidos proyectiles hacia blancos y hacia presas, porque quien habría de tenderlo, quien debería hace le cantar su letal tonada, ya no es lo que era. Han sido -son- tiempos duros, impíos, bárbaros para quien esto escribe. M envolvió un horror aullante, una enfermedad terrible, un pozo espantoso lle erizadas que quiso acabar con mi particular singladura como ser humano, co nir bajo las estrellas, y a pique hubiera estado de conseguirlo de no ser por t serie de afortunadas circunstancias con las que no aburriré al sufrido lector. decir que, dos años más tarde del naufragio, este viejo bajel sigue navegand