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11/30/2017 Identificado el enemigo cultural, después se daba paso a la acción. La misma podía ir desde ejecutar la acción represiva por medio de normas públicas para censurar libros, películas o revistas. Pero cuando se trataba de artistas, editores, directores de cine, intelectuales, etc., la tendencia era su inclusión en una lista negra, recomendaciones verbales; o la detención, tortura y/o desaparición. Todo tipo de expresión cultural y comunicacional podía ser analizado, en tanto debía defenderse los valores occidentales y cristianos bajo los cuales se formarían las futuras generaciones. El gobierno de facto ejerció la violencia, también, desde la palabra. Los integrantes de la Junta militar encadenaron una catarata permanente de discursos, proclamas y entrevistas profundamente difundidas por los medios. Su estrategia fue apelar a los rasgos retóricos que ya se conocían como el odio al enemigo y una oratoria triunfalista. La consecuencia de ello fue que la violencia ejercida con y sobre el lenguaje produjo silencio o frases hechas, como por ejemplo el “por algo será o algo habrán hecho”, que se propagaron por todo el conjunto social. Por ende, también en la mentalidad de la sociedad se operaran grandes cambios, debido a la disminución de la solidaridad, la pérdida de confianza en la acción comunitaria, la despolitización y el alejamiento de gran parte de la sociedad de los ideales de transformación revolucionaria. Aunque el accionar cultural de la dictadura tuvo la intención de actuar sobre la totalidad del campo cultural y comunicacional (como hemos mencionado anteriormente), tomó como espacios prioritarios determinados ámbitos del arte (el teatro, la literatura, la educación y los grandes medios de comunicación). Otros, considerados más marginales, como la historieta, el rock o el teatro independiente, fueron menos vigilados, y permitieron expresar críticas al sistema, primero veladas y luego cada vez más abiertas a medida que el Proceso se desintegraba, como lo expone la trayectoria de la revista Humor Registrado. Eso explica que a pesar del claro impacto negativo que el Proceso tuvo sobre muchos actores, espacios y expresiones culturales. El rock nacional como movimiento de resistencia Durante la dictadura, con las universidades controladas por las autoridades militares, el muy limitado grupo estudiantil y la prohibición de partidos políticos, los jóvenes se refugiaron en el rock argentino. Este movimiento, si bien fue desplazado por la fuerza a una posición marginal, pudo funcionar como un espacio de reconocimiento mutuo y de resistencia. Ante la imposibilidad de mantener sus organizaciones sin censura, los jóvenes conformaron un movimiento musical con una tradición de enfrentamiento al sistema, como ámbito de sostén de identidad, en un período histórico en el que toda expresión era cuestionada. 4