Nacion Arte Noviembre. 2016 | Page 6

Aún recuerdo la sorpresa que me recibió en el primer día de trabajo, como docente del colegio Nacional: “la sala de informática”. Bueno, ¿pero esto que puede tener de extraño, si en casi todo colegio se tiene al menos una? Es allí donde el cambio, se dio más allá de lo esperado…

Acababa de presentar renuncia al “flamante” mundo de las telecomunicaciones, aparatos por doquier, terminología técnica, oficina y corbata, más de una década conociendo las bases y la vanguardia de ese mundillo tecnológico, que iniciaba también una radical metamorfosis por aquellos momentos en la ciudad.

Encontré en la institución dos salas de informática que eran compartidas con otros tres docentes, pues para aquellos tiempos en el Colegio se imponía un énfasis en Ofimática y se dictaban cuatro asignaturas que componían el área. Una de las dos salas era lo más interesante: estaba compuesta por veinte equipos de una tecnología que consideraba extinta ya, además corría en ellos una joya de sistema operativo ¡Windows 95! En la otra no se estaba tan atrás, se tenía funcionando allí al famoso XP.

Pasados unos meses decidimos actualizar, hasta donde lo permitieran las características de aquellos vetustos computadores e instalamos en ellos Windows 98 SE, no muy actual claro, pues estábamos en el año 2005, pero tampoco soportarían más los muy usados procesadores y menos aún, los “grandes” discos duros de dos y tres Gigabytes.

Para aquella época, el gobierno nacional apenas daba impulso al proyecto de Computadores para Educar e iniciaba la dotación de las instituciones educativas con computadores remanufacturados, recaudados de donaciones empresariales.

Lo interesante de aquella peculiar sala era la confiabilidad de esos aparatos, tanto que en ella se impartían las asignaturas de mayor exigencia, además de ser la de mayor ocupación por las clases del área. Eran unos bien cuidados y blancos aparatos, resistentes al uso, pese a que ya habían cumplido su ciclo de vida útil en quien sabe qué empresa. Y sin embargo allí estaban, soportando el uso de estudiantes, clase tras clase.

Con el paso del tiempo y las gestiones de uno y otro, se fueron renovando los equipos de cómputo hasta que en ambas salas se lograron instalar equipos realmente nuevos, equipos para estrenar. Fue una gran alegría para el área y acorde con el aún existente énfasis de la institución. Se logró instalar, sin mayores tropiezos, los programas informáticos requeridos y se dictaban las clases con total comodidad y eficiencia; algunos de los equipos viejos fueron transferidos para la sala de tecnología, junto a las herramientas y demás enseres del taller, para complementar la formación en tecnología.

Todo fue bueno por un tiempo, un corto tiempo, hasta que luego de un periodo vacacional y reincorporándose el profesorado a nuestras labores, nos encontramos con la desmantelada de las salas de informática y la sala de tecnología. Los amigos de lo ajeno las habían desocupado prácticamente por completo. Solo dejaron lo que literalmente era chatarra. Este suceso se repitió en una segunda ocasión y posterior a gestionar seguros y nuevas donaciones, nuevamente las salas estaban desocupadas y los estudiantes entre sorprendidos y enfadados fueron limitados otra vez, a conocer sobre tecnología e informática a través de libros de texto y cuadernos.

Han pasado varios años, sucesos y administraciones. Las salas se han dotado nuevamente, se han instalado sistemas de seguridad en la institución y los gobiernos han mejorado un poco sus políticas de dotación y equipamiento para la educación. El “Nacional” se embarca ahora en un proyecto que enfatice la educación en ciencia y tecnología, esperando que el cambio sea bueno y que la institución, luego de todo lo que cambió, retome la posición y prestancia que alguna vez ostentó ante la ciudad.

Ofimática: Aplicación de la informática a las técnicas y trabajos de oficina.

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EL CAMBIO DE LO QUE CAMBIÓ

Por: Licenciado Alexander Jurado Osorio