Military Review Edición Hispano-americana Noviembre-Diciembre 2013 | Page 7
el mito apolítico
influyendo a muchos profesionales en ambas
divisiones cívico-militares en EUA, tal como en
la primera guerra del Golfo, cuando el presidente
George H. W. Bush señaló lo siguiente: “No quiero
enfrentar nuevamente los problemas de la guerra
de Vietnam (o de numerosas otras guerra a lo
largo de la historia), donde el liderazgo político se
inmiscuyó en las operaciones militares. Evitaría
micro administrar a las fuerzas armadas.10
A pesar de lo antes mencionado, sus
ideas siguen influyendo a muchos
profesionales en ambas divisiones
cívico-militares en EUA…
En contraste, el presidente de la Junta de Jefes de
Estado Mayor Conjuntos, Colin Powell, lamentó la
falta de orientación por parte del presidente Bush
en respuesta a la invasión de Kuwait.11 Si bien las
Fuerzas Armadas en calidad de institución podría
preferir la latitud en lugar de la guía, como reconoció Powell, crea el peligro de que las operaciones
militares se divorcien de los objetivos estratégicos
y de las políticas de nuestros líderes civiles, que
discutiblemente fue lo que sucedió cuando en la
primera guerra del Golfo no pudieron derrocar a
Saddam, la primera meta política implícita de la
administración Bush.12 Hay críticas similares de
los objetivos políticos de Estados Unidos en Irak
y Afganistán.13
Contrariamente a este conocimiento convencional sobre los ejércitos profesionales y apolíticos,
el autor de este artículo acepta la tesis de Hew
Strachan de que “los ejércitos, inherentemente,
son apolíticos y que solo se restringen de intervenir debido al ambiente político en los que se
encuentran a sí mismos”, independientemente de
su nivel de profesionalismo.14 De manera similar,
Theo Farrell señala que es posible tener un ejército
profesional que no adopta las “normas de la supremacía civil como parte de su identidad y práctica
profesional”, dependiendo de la “circunstancia…
peculiar al estado en cuestión”.15 La estructura
institucional y normas internas para los militares
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puede reducir su tendencia a inmiscuirse en los
asuntos políticos internos, pero más importante
aún son las instituciones de la entidad política
más general.
En el contexto de Estados Unidos, el peligro de
una manera más explícita de intervención militar
en la política interna —un golpe de estado— es
impensable. Sin embargo, esto se debe a la salud
de la democracia y de sus instituciones y no a una
inherente indisposición de las fuerzas armadas
para intervenir (aunque el propio Ejército sigue
cultivando el mito “apolítico”).16
Por lo tanto, siempre que la estructura política
interna mantenga su legitimidad ante los ojos
del electorado, las iniciativas para aumentar la
comprensión política de las fuerzas armadas no
deben amenazar la democracia en Estados Unidos.
Por el contrario, debería ser posible que el Ejército
sea político, pero neutral.
Ya sea, por medio de la profesionalización
Huntingtoniana o por otros medios, los intentos de
despolitizar a las fuerzas armadas pone en peligro
la eficacia máxima de la fuerza de combate. En
cierto nivel, todos los ejércitos son ideológicos. La
exhortación de los superiores hacia los soldados
de menor antigüedad de que deben estar “sobre”
“fuera”, o “al margen” de la política podría estar
bien concebida, pero no reconoce el hecho de
que la defensa de un régimen por las fuerzas de
las armas inherentemente es política y se basa en
la ideología del estado.
Los soldados y oficiales estadounidenses no
toman un juramento por su gobierno. En su lugar,
juran a la Constitución. Por lo tanto, desde el alistamiento o la asignación de servicio en adelante,
un soldado participa en la política al defender el
estado y la autoridad suprema en la cual descansa
el estado. Dicha lealtad, por tanto, no puede ser
“apolítica”. No obstante, es posible participar en
el acto público de defensa del estado “contra todo
enemigo, extranjero y nacional” sin participar en
el partidismo que socava el control civil de las
fuerzas armadas.
El ser llamado “político” por uno de sus compañeros militares casi universalmente es considerado
un insulto al carácter de las fuerzas armadas
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