Military Review Edición Hispano-americana Noviembre-Diciembre 2013 | Page 28

(Soldado Jared Gehmann, Ejército de EUA) Nuestros lazos emocionales evocan un fuerte sentido de lealtad para con la familia, el equipo en el campo, los amigos del lugar o a la unidad militar.2 Esta lealtad militar es la configuración por defecto —la que refuerza nuestra cultura estadounidense con películas como Saving Private Ryan, programas de televisión como Band of Brothers y con la interminable cámara de eco de los medios de comunicación. Los expertos militares, a menudo, regresan al mismo valor por defecto. En “Why They Fight”, el Dr. Leonard Wong concuerda totalmente con las observaciones del historiador S.L.A. Marshall acerca de la lealtad. En el libro titulado Men Against Fire, Marshall escribió lo siguiente: “Sostengo que una de las verdades más simples de guerra es que lo que permite a un soldado de infantería seguir adelante con sus armas es la presencia cercana, o la supuesta presencia de un compañero... Principalmente, se siente apoyado por sus compañeros y en segundo lugar por sus armas”. Cuando Marshall observó que “los hombres no luchan por una causa sino porque no quieren defraudar a sus compañeros”, los autores de la Escuela Superior de Guerra del Ejército fueron más allá. Alegaron que, en esta época moderna, a menudo, los soldados estadounidenses “van a la guerra” por razones mayores que la ideología: patriotismo, altruismo y cosas por el estilo. Estos hombres y mujeres depositan su confianza en el Ejército más grande para enmarcar la dirección estratégica de la guerra, sin embargo, depositan su lealtad en sus compañeros.3 ¿Entonces? ¿Qué hay de malo con esto? El problema es que damos crédito, en toda la profesión del Ejército, a la idea de un “conflicto de lealtad”. Los instructores de ejercicios, grupos pequeños y plataformas han invertido tanta energía repitiendo incansablemente a los hombres y mujeres aspirantes profesionales “a su lado” el credo de la lealtad que, en la jerarquía creada por definición oficial del Ejército, el último “nivel” de lealtad ha ganado gran importancia en nuestras mentes.4 Al unir esa primacía desarrollada mediante el entrenamiento y capacitación con nuestras tendencias emocionales, demasiado a menudo, esta lealtad de la pequeña unidad se convierte en el valor. El Capitán Walter Sowden y el Sargento mayor, David Stewart tomaron nota de esto en su libro titulado “The Dilemma of Competing Loyalties in the Profession of Arms” [El dilema de las lealtades contrarias en la Profesión de las Armas]. En la última década, el Ejército ha cometido una serie de violaciones públicas contra la Ética de Ejército, como mínimo, una vez al a ño —y la decisión o acción ocurrió en una unidad pequeña, cohesiva, leal.5 La tolerancia que los hombres y mujeres estadounidenses tienen para con los líderes tóxicos en la profesión, manifiesta la dinámica de lealtades contrarias: hombres y mujeres que toman su tiempo y se muerden la lengua para no cometer un gran irrespeto porque no quieren aparentar ser desleales. Ese deseo influenció a subordinados a tolerar las amenazas comunes del teniente general Patrick O’Reilly de “ahogar” a los que le rodean y Sargento Richard Grimsley, Ejército de EUA, saluda a una niña iraquí en un punto de control de seguridad en la región de Madain Bagdad Oriental, 19 de agosto de 2009. las vociferadas amenazas del 26 Noviembre-Diciembre 2013 • Military Review