Mi primera revista | Page 141

“Todo Madrid” se hallaba en torno a la tumba del suicida.

La plana mayor de la intelectualidad, los jóvenes de corazón, rebeldía, y actitud antisocial, esos hombres que se decían jóvenes sin serlo verdaderamente por su edad, esos artistas presuntuosos de bohemia que vivían a la renta de los mismos intereses burgueses que despreciaban, se mostraban respetuosos y compungidos ante la muerte de uno de sus líderes: el símbolo de la frustración romántica, de los ideales liberales, de la trágica muerte por desamor, el hombre capaz de apuntarse y disparar para terminar con su maltrecha vida. De pronto, una voz de breve edad, un “joven” de plano derecho, rasgó el silencio sepulcral dando voz a unos versos inolvidables: “Ese vago clamor que rasga el viento/ es la voz funeral de una campana/vano remedo del postrer lamento/ de un cadáver sombrío y macilento/ que en sucio polvo dormirá mañana…”. Ese cadáver era el del suicida Mariano José de Larra.

Quien recitaba aquellas palabras era el autor que las había compuesto: un ambicioso mozalbete nacido en Valladolid, hijo de un superintendente de policía, y de una madre sufrida y callada, un pésimo estudiante de leyes, enamoradizo y desobediente, que aprovechó una gestión de los negocios familiares para desviarse a medio camino y huir de la dictadura paterna. Se embarcó en un matrimonio incierto con una viuda mayor que él. La falta de emoción, la escasez de recursos y la envidia de un hijo de la cónyuge le dieron motivo para, de nuevo, “poner pies en polvorosa”, y marcharse… a donde se marchaban todos los que perseguían el sueño de la poesía: a París. Allí se escondió de su esposa. Justificó unos supuestos cursos de Medicina, y gastaba su tiempo en relacionarse con los poetas postrománticos que moribundeaban por Montmartre. Y, mientras, sobrevivía de la caridad de algunos a los que consideraba amigos, y llenaba su vida de los encantos de las que consideraba amadas. Viajó a Méjico, y se hizo famoso dando recitales poéticos, hasta el punto que trabó buena amistad con el emperador Maximiliano.