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Tarde de barquillos
Para redactar este artículo, he tenido que re-
currir a la ayuda de mis padres para recordar
ciertos episodios o situaciones ya lejanas en el
tiempo. Es de justicia reconocerlo y dejar
constancia de ello.
Las tardes de los sábados era cita ineludible visitar los céntricos
Jardines de Pereda. En tiempos lejanos, constituían un centro de recreo
para los niños. Recuerdo que existían dos llamativos tiovivos, que eran
“asediados” por el público infantil durante toda la tarde. Uno de aque-
llos carruseles estaba situado en una pequeña plazoleta, presidida por
una estatua en la cual aparecía un hombre sentado (monumento a Gui-
llermo Arce). Dicha plazoleta, dotada de bancos, era ideal para descan-
sar y tomar la merienda cuando las fuerzas empezaban a flojear.
Los Jardines, aparte de la zona de tiovivos, tenían zonas de espar-
cimiento con bancos, árboles, zonas verdes y numerosos caminos inte-
riores, los cuales comunicaban con todas las zonas del recinto. También
me acuerdo del templete de música, donde los domingos por la mañana
la banda municipal ofrecía conciertos para todo el que quiera escuchar-
los.
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