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EL PULSO DE LA PALABRA
Los espectadores muchas veces ignoramos lo que se esconde de-
trás de la caja de luces que tenemos en los salones de nuestros hogares.
No nos paramos a pensar en ello; simplemente, y desde la apatía, nos
dignamos a reír o a llorar con el espectáculo-desgracia que se transmite
a través del show.
No somos capaces de hacer un acto de conciencia o au-
tocrítica. Pero sabemos perfectamente que tan solo el
gesto de poner un programa en el que intervienen per-
sonas desfavorecidas ante un plató y unas cámaras, es
esencialmente inmoral y nos hace ser peores. Tanto el
emisor como el espectador y consumidor deberían pen-
sar más en el prójimo y no solo en beneficio propio.
Andrea Montesinos
* * *
E
n los últimos años han aumentado los programas
de televisión con fines solidarios.
Yo creo que hay de todo; unos programas son serios y
tienen como único fin ayudar, aunque recurran de bue-
na fe a personajes famosos que tengan capacidad de movilización en una
causa benéfica y altruista. Pero también encontramos otro tipo de perso-
nas que buscan como único objetivo los índices de audiencia y el nego-
cio.
Existen muchas formas de atender a los que verdaderamente lo
precisan. No necesitamos de la televisión, sobre todo cuando el plantea-
miento que se hace es el de no respetar la dignidad y el respeto de los
que carecen de lo más elemental.
Charo Miñón
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