Mi primera revista 01 | Page 13

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Conservo como los mejores recuerdos de esa época, las marcas de cicatrices que en mis rodillas, codos y hombros reviven constantemente la historia del lugar donde nací y aquella improvisada cancha de futbol con sus porterías de madera, su suelo de pasto y tierra, y aquel hermoso y gigante árbol de aguacate que con sus ramas extensas nos brindaba una cálida sombra y se encontraba perfectamente ubicado en un costado de la cancha, convirtiéndola en algo sencillamente extraordinario, y donde solía apoyarme cuando me agotaba de jugar y, para distraerme por unos instantes trazaba mi mirada en el horizonte, imaginando lucir una bata azul o turquesa en medio de una sala de quirófano, o tal vez en un consultorio con un estetoscopio colgado alrededor de mi cuello y siendo finalmente una profesional en salud. Estas ideas invadían mis pensamientos y para algunos eran absurdos, muchas veces casi creo que mi padre tenía razón y mi futuro estaba en el campo cuidando animales o colaborándole para cultivar la tierra, pero el creer en mis metas aun sabiendo que no sería fácil pero tampoco imposible pudo más a la hora de trazar mi enfoque.

Por razones desconocidas del destino el hombre que no confiaba en mis sueños, mi padre, tomo de repente la decisión de esforzarse y apoyarme para que siguiera estudiando, sus razones fueron sencillas, no quería que tuviera que parar de soñar, y esperaba algo mejor que levantarse todas las mañanas antes de salir el sol y prepararse para trabajar duramente el día completo sin descanso alguno y regresar tarde a casa para el día siguiente continuar con la rutina, y no es que diga que esto sea algo malo, sencillamente es una labor fuerte que no todos pueden realizar y es que el arte de ser campesino es algo mágico en la tierra, al ser los desempolvadores de vida, pero que conlleva gran esfuerzo y dedicación.

Estas razones son mi motivación de levantarme cada mañana orar y sonreír al sonar la alarma de las 5:30 que como muchas personas también rechazo a veces y pido 5 minutitos más.

Leidy Caballero