Mi Tierra
PENINSULAR
Por: Eduardo Palacios Castro. Miembro fundador y del consejo directivo de Terra Peninsular
E
ntre más conozco otros lugares, más me
gusta la península de Baja California. Lo
más bonito de esta tierra es que cuando
visitas algún lugar que está apartado de la
Carretera Transpeninsular parece que eres
el primero que ha estado en ese sitio, esa sensación
de descubrir y redescubrir los paisajes inéditos de esta
península nos fascina tanto a propios como extraños.
Mi tierra se siente como una isla, pero grande, y lo
es para fines políticos, culturales y económicos, pero
eso es harina de otro costal. Ese aislamiento dado por
la escasez de agua y su clima cálido ha dado lugar a
extensos espacios naturales de montañas, valles y costas inhabitadas, muy diferente del macizo continental
y simplemente porque no está abarrotado de gente.
“Dios guarde un asentamiento irregular en esta
zona”, decía una señora viendo el hermoso paisaje
que se extiende desde la Sierra de San Francisco
hasta la Laguna San Ignacio. Esa fascinación por la
península nos lleva a algunos a querer mostrarla al
mundo, o a querer atesorarla, o ambas cosas.
En mi caso, la idea de conservar la naturaleza en
esta tierra nació en 1988 a raíz de un proyecto de
desarrollo turístico en el Estero de Punta Banda, cerca
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AGOSTO 2016
de Ensenada. El proyecto planeaba dragar el estero
para hacer una marina y aplanar las dunas de la barra
arenosa para construir casas frente al mar.
Varios investigadores del Centro de Investigación
Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE) y de la Universidad Autónoma de Baja California
(UABC) de Ensenada se reu