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Psicología del desarrollo humano: desde el nacimiento a la vejez
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Al alcanzar su techo, la curva
de crecimiento se para a los 16
años en las chicas (edad en la
que dejan de crecer), y a los 18
años en los chicos; aunque pue-
de darse una variación de más o
menos 2 años.
2.3. El nacimiento y la primera
infancia
Desde que el cigoto existe hasta
el nacimiento se distinguen dos eta-
pas: la embrionaria (de 0 a 8 sema-
nas), y la fetal (de 9 a 36 semanas).
Al igual que la mayoría de los
niños atraviesan felizmente la vida
intrauterina, pasan también sin pro-
blemas por el proceso del parto. No
obstante, un problema para conside-
rar dentro de este trascurso es el de
la anoxia neonatal (dificultad res-
piratoria en el momento del paso a
la respiración aérea independiente)
que, en algunos casos, puede resul-
tar severa y dejar secuelas en forma
de retrasos madurativos y lentitud
en el desarrollo psicomotor.
Y es que, los niños nacen equi-
pados con una serie de reflejos, unas
conductas no aprendidas o formas
espontáneas de responder a ciertos
estímulos. Los recién nacidos ex-
hiben una amplísima variedad de
reflejos durante sus primeros me-
ses de vida, algunos de los cuales
tiene carácter supervivencial para
el bebé –como ocurre con el reflejo
de succión–, otros carecen de valor
para la supervivencia actual, pero
pueden haber sido tan importantes
en la evolución de la especie que en
su momento pasaron a formar par-
te de la dotación genética humana.
Todos estos reflejos están presentes
en el momento del nacimiento pero,
a partir de ahí, algunos desaparece-
rán en el curso de los cuatro o cinco
primeros meses, mientras que otros
se convertirán en acciones volunta-
rias (agarrar, por ejemplo) y otros
seguirán siendo reflejos toda la vida
(cerrar los ojos si alguna estimula-
ción visual les molesta). La presen-
cia de estos reflejos en el neonato,
así como su progresiva desaparición
posterior, son signos de normalidad
evolutiva que indican sencillamen-
te que la corteza cerebral controla
voluntariamente acciones y movi-
mientos que antes estaban automa-
tizados.
Podría decirse que los reflejos
neonatales más característicos son
los que se presentan en la tabla que,
a continuación, se adjunta:
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