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Desarrollo de la personalidad de los 6 años hasta la adolescencia
de la literatura científica, han sido tres,
“temperamento”, “carácter” y “perso-
nalidad”, los términos que en ocasiones
se han entremezclado llevándonos en
ocasiones a intercambiar o utilizar erró-
neamente la terminología, pareciendo
para muchos hasta incluso sinónimos.
Cabe afirmar su proximidad, pero no
así su homogeneidad. Los autores an-
gloamericanos, utilizaron más el con-
cepto de personalidad, mientras que
los europeos se aferraron al término de
carácter. El temperamento se relaciona
estrechamente con las bases biológicas
o constitucionales de la personalidad.
Para Allport (1961) “el temperamento,
al igual que la inteligencia y la consti-
tución corporal, constituye una especie
de material bruto que acaba por confor-
man la personalidad; el temperamento
se relaciona con el clima bioquímico o
tiempo interior en el que se desarrolla
una personalidad”.
En la actualidad, el término tempe-
ramento engloba prácticamente todo
cuanto tiene que ver con la personali-
dad. La gran variedad de significados
abarca casi todos los niveles funciona-
les de la personalidad. Esto puede de-
berse a que dentro de la psicología del
desarrollo, el término temperamento
puede incluir todas las características
biológicas o constitucionales de la per-
sonalidad. Partiendo de esta afirmación,
es interesante señalar la consideración
de los investigadores, quienes otorgan
a la niñez el periodo ideal para ocupar-
se de los aspectos acuciantes del tem-
peramento (Lamb y Bornstein, 1987).
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Se suele afirmar que un niño es
“demasiado temperamental” cuando
un motivo relativamente pequeño es
suficiente para provocarle una fuerte
reacción. Existen algunas característi-
cas temperamentales que condicionan
las conductas de los niños, pudiendo
influir según algunos investigadores
de forma visible a través de la elección
de ciertas actividades y entornos. Así,
los sujetos con un temperamento so-
ciable, por ejemplo, buscan espontá-
neamente la compañía de otros (Buss
y Plomin, 1984). Además, las carac-
terísticas de las conductas tempranas
del niño influyen directamente en las
reacciones que los demás tienen con
ese niño (Dunn y Kendrick, 1982).
Debido quizá a lo anterior, los mismos
ambientes y las mismas experiencias
ejercen un efecto distinto en niños
con diversos temperamentos. En este
sentido, si tomamos como ejemplo la
separación de los padres, esta misma
situación para un niño tímido puede
pesar para toda la vida como una losa,
mientras que para un niño con tempe-
ramento activo puede actuar como un
revulsivo.
Hoy en día, casi se puede afirmar
que las características del tempera-
mento son relativamente estables, es
decir, que, en relación con otras carac-
terísticas de la personalidad, manifies-
tan una cierta continuidad. Se podría
hablar en un niño de un temperamento
activo estable, por ejemplo, cuando se
observa en ella o en él una actividad
generalizada y cuando la manifiesta