Marcelo Rizzi [et al] Poemas | Page 10

Cierto es que, aunque en otra parte, seguirá siendo ella misma ala —como no habrá jamás futuro cielo que no haya sido ya imposible y griego. c oMo quien ve la noche por primera vez y considera a todos los hombres sus hermanos; o como el pájaro que revolotea buscando posarse en errónea precisión del intento. Construyan ustedes el mortero donde triturar los granos, revivan ahora la sorpresa en la rotura del dique —semejante origen no requiere más pruebas. e nTre eL péTALo y la flor hay una secreta orden devota, como en ese coro de hombres que parecen hoy retornar de una derrota sin fin. No entendemos el acopio del leñador cuando derriba otro árbol, y es quizá la razón por la que en ocasiones nuestro ojo se vuelve a la vez asesino y prestidigitador. Por mirar el cielo del desierto desde un camastro hacemos del mundo entero una objeción: que el grano que aferra una mano torne esa mano verdad pavorosa, que un perfume de aguas ferrosas impregne retoños de álamo infiel, que ese enjambre de abejas nodrizas vuelva un infierno al paraíso del panal. (De El libro de los helechos, 2018) ¿ quién pinTó la rupestrería primera y loca de las almas? fue una mujer, con solo el pincel de sus dedos índice y mayor; a eso lo llamaron nacimiento del arte, mecánica insensata de la luz sobre la superficie infinita de las cosas; todo fue y sería desde entonces un desgarro -no habría dudas sobre la carnalidad del átomo, sobre la animalidad desnuda de la piedra; sólo el embotamiento momentáneo que el gran vino de las profundidades cavernosas otorga al que lo bebe entre brillos y esmaltes