Cierto es que, aunque en otra parte, seguirá siendo ella misma ala —como
no habrá jamás futuro cielo que no haya sido ya imposible y griego.
c oMo
quien ve la noche por primera vez y considera a todos los hombres
sus hermanos; o como el pájaro que revolotea buscando posarse en errónea
precisión del intento. Construyan ustedes el mortero donde triturar los
granos, revivan ahora la sorpresa en la rotura del dique —semejante origen
no requiere más pruebas.
e nTre
eL péTALo y la flor hay una secreta orden devota, como en ese coro
de hombres que parecen hoy retornar de una derrota sin fin. No entendemos
el acopio del leñador cuando derriba otro árbol, y es quizá la razón por la que
en ocasiones nuestro ojo se vuelve a la vez asesino y prestidigitador. Por
mirar el cielo del desierto desde un camastro hacemos del mundo entero
una objeción:
que el grano que aferra una mano torne esa mano verdad pavorosa, que
un perfume de aguas ferrosas impregne retoños de álamo infiel, que ese
enjambre de abejas nodrizas vuelva un infierno al paraíso del panal.
(De El libro de los helechos, 2018)
¿ quién
pinTó la rupestrería
primera y loca de las almas?
fue una mujer, con solo el pincel
de sus dedos índice y mayor;
a eso lo llamaron nacimiento
del arte, mecánica insensata
de la luz sobre la superficie
infinita de las cosas; todo fue
y sería desde entonces un desgarro
-no habría dudas sobre la carnalidad
del átomo, sobre la animalidad desnuda
de la piedra; sólo el embotamiento
momentáneo que el gran vino
de las profundidades cavernosas
otorga al que lo bebe
entre brillos y esmaltes