MAG MAYO-JUNIO 2016 | Page 38

Obtener justicia, aunque sea imperfecta

Aylwin comprendía esto y actuó de manera acorde.

La coalición que dirigía, audazmente recogió el desafío de Pinochet de participar en 1988 en un plebiscito para determinar si él continuaría en el gobierno, ganó a pesar de todas las adversidades, y en 1990 apartó al dictador del poder. Si alguna vez ha existido el caso de un dictador alejado no por la fuerza de la violencia sino de la palabra, el de Chile lo fue.

Luego de asumir el mando, el nuevo gobierno democrático decidió que antes de imponer castigos, era preciso establecer toda la verdad acerca de las violaciones de los derechos humanos. La "Comisión de la Verdad y Reconciliación" creada en Chile pasó a ser el modelo para entidades semejantes que fueron organizadas en la década de 1990 en Sudáfrica y otros países a través del mundo. Aylwin apareció en la televisión para compartir la triste verdad con sus compatriotas. Con voz temblorosa, pidió perdón en nombre del Estado por los crímenes cometidos. A los chilenos de mi generación todavía nos tiembla la voz cuando recordamos ese momento.

Los tribunales realizaron su labor. Pinochet nunca estuvo dentro de una celda, pero muchos de sus subalternos –entre ellos el líder de la policía secreta– cumplieron condenas largas. ¿Cuántos países que emergen de un oscuro período autoritario (es posible pensar en Rusia, Alemania Oriental, España, Portugal o Brasil) pueden decir que han hecho lo mismo? En el Chile de Aylwin, la justicia se puso en práctica en la medida de lo posible, pero ello no fue algo que se pueda menospreciar.

Aylwin pertenecía al Partido Demócrata Cristiano, que en Chile surgió de las cenizas del antiguo Partido Conservador. Era católico observante. No le hubiera gustado que lo tildaran de liberal. Sin embargo, gobernó de acuerdo al estilo del zorro liberal del filósofo Isaiah Berlin, el que sabe de muchas cosas, en oposición a su erizo, el que sabe mucho de una sola cosa.

Los populistas siempre son erizos, ya sea en América Latina o en otros lugares. Son dogmáticos. El mundo tiene que adaptarse a su ideología monolítica, en lugar de viceversa.

El pragmatismo, la experimentación con diferentes políticas, el aprendizaje gradual, no son lo suyo. "Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. ¿Qué hace usted, señor"? El espíritu tras esta famosa sentencia, atribuida a John Maynard Keynes, resulta ajeno al sector de los populistas, pero no así a la generación de pragmáticos latinoamericanos capitaneada por Aylwin.

Él era el antipopulista. Asumir el poder después de 17 años de un gobierno autoritario de derecha, conlleva una enorme tentación de prometer mucho y gastar generosamente. No obstante, Aylwin practicó la austeridad fiscal y ofreció a los chilenos dignidad, además de sudor y trabajo duro (pero no sangre ni lágrimas). Aylwin instintivamente desconfiaba de los mercados y en alguna ocasión afirmó con orgullo que jamás había puesto pie en un centro comercial. Sin embargo, luego de instalado en la presidencia, no solo mantuvo el sistema económico de libre mercado de Chile, sino que lo profundizó, celebrando acuerdos de libre comercio con un gran número de países. Al mismo tiempo, su gobierno elevó los impuestos, aumentó el gasto social y fortaleció la negociación colectiva a través de un acuerdo con los sindicatos. Su liderazgo fue el del zorro en su mejor expresión.