MAG MARZO 2016 | Page 68

Entendiendo el estrés

Desde el punto de vista científico, el estrés es la respuesta del cuerpo a condiciones externas que perturban el equilibrio emocional de la persona. Según el médico húngaro Hans Selye (1907- 1982), una persona sometida a estrés pasa por tres etapas: la primera la denominó “señal de alarma”, a partir de la cual el cuerpo se prepara para la defensa o huida de la situación. La segunda la llamó “construcción de la resistencia” a través de la cual el cuerpo acepta, asume y enfrenta. Y si la exposición al estrés se prolonga, observaremos la tercera y última etapa: “El agotamiento”, una forma de envejecimiento debida al deterioro del organismo por mantener un constante desgaste durante la resistencia. Por lo tanto, es importante destacar que el estrés en sí es un mecanismo de defensa de nuestro organismo y no podría considerarse negativo siempre y cuando no nos expongamos a él de forma continuada, experimentando síntomas como insomnio, dolores de cabeza, nerviosismo, palpitaciones, indigestión, disfunción sexual o carácter irritable.

El estrés se hace presente en las organizaciones cuando éstas se manejan constantemente a un ritmo asfixiante y por tanto, sus empleados viven en un estado de tensión permanente. El absentismo laboral, la alta rotación, la fatiga y cansancio físico y mental son algunas de las señales más habituales de dicha afección.

Dolencias organizacionales y voluntad de curación

Hoy en día la mayoría de las empresas sobrellevan, en mayor o menor medida, algún tipo de dolencia. Al igual que las personas, las empresas funcionan a través de sistemas cuya eficiencia puede verse comprometida por el mal funcionamiento de alguno de sus “órganos internos”, es decir, las áreas y departamentos que componen su estructura. De esta manera, son asimismo vulnerables a contraer “enfermedades”. La más conocida y en boga en pleno siglo XXI es el estrés organizacional.