MAG MARZO 2016 | Page 61

El marketing político es una especialidad y los especialistas saben cómo vender un postulante a político del mismo modo como se vende un detergente. Los conocimientos de la Neurociencia, de la Psicología Social y de muchas otras disciplinas se ponen al servicio de la publicidad política. En este contexto las ideas poco importan: recuerde el lector que en las campañas políticas suelen aparecer los candidatos en un cartel sólo con su nombre y su impecable sonrisa, sin una propuesta concreta, cuando más un slogan genérico, por ejemplo “por un mundo mejor” o “vamos por todo”. Como resultado, es elegido el más popular, no necesariamente el mejor.

Desde fuera de la caja

Las fábricas de ideas innovadoras son sencillas: personas en torno a una pizarra blanca o a servilletas y mucho café. Tal vez una de las primeras ideas en la pizarra sería erradicar el marketing político. Postular a un cargo político sin marketing político exigiría que ellos utilicen los medios no para venderse como un detergente, sino para que nos propongan sus ideas. Nada de carteles en las calles ni rayados en las paredes: ideas, propuestas concretas, con el “qué”, el “cómo” y “con qué recursos”.

En este recibir de ideas preferiríamos pocas, pero realizables. No una lista ambiciosa de intenciones que difícilmente podrán cumplirse. Es preferible que se comprometan a resolver uno o dos problemas y que lo hagan. No cualquier problema, en management partimos por la voz del cliente. En este caso los clientes somos todos los que vivimos en un país. Y no hay que hacer grandes estudios para conocer las prioridades: delincuencia, desempleo, etc.

En el mundo de la empresa la persona que ocupa un cargo necesita tener las competencias necesarias. Algunas empresas tienen verdaderas “universidades” en su interior, donde preparan a sus talentos. No existe algo similar en la esfera política. Alguien podría ser elegido mediante marketing político y carecer de las competencias necesarias para discutir temas técnicos, como economía, sustentabilidad y otros. Así que otra idea escrita en servilletas es una Escuela de Gobierno, donde los políticos –antes de ejercer su cargo- aprendan temas esenciales, por ejemplo la importancia del crecimiento económico para los países.

La lista de los problemas factibles de resolver y aprobados por todos necesitan seguimiento. El avance de las iniciativas debería estar visible día a día para todos gracias a la tecnología. En el mundo de la empresa sería impensable no realizar tracking a los proyectos.

La tecnología permitiría que cada persona pueda elegir a sus representantes mediante firma electrónica. La seguridad informática está avanzando a pasos agigantados, de manera que algún día el votante podrá hacerlo desde su casa. Y, del mismo modo como se les elige, se podría revocar el mandato. Un representante que no ha cumplido lo que se comprometió a hacer podría, gracias al mundo digital, ser removido.