MAG MARZO 2016 | Page 60

Einstein hablaba de “experimentos mentales” para imaginar situaciones más allá de la realidad cotidiana, entender lo esencial y diferenciarlo de lo accidental. Su famosa frase “la imaginación es más importante que el conocimiento” apunta precisamente a esto. En este artículo quisiéramos invitar a los lectores a un experimento mental. ¿Qué ocurriría si aplicamos las ideas básicas de la innovación a la forma de hacer política? Nuestra finalidad es metodológica: ilustrar las primeras etapas de un proceso de innovación en un caso hipotético. Más que el caso hipotético nos interesa el proceso de mirar fuera de la caja, susceptible de ser aplicado a situaciones reales.

La innovación se alimenta de preguntas

Pensar fuera de la caja requiere hacer preguntas incómodas. Un innovador se atreve a preguntar más allá de lo obvio, “¿por qué?”. La mayoría se contenta con las respuestas actuales y conocidas, “las cosas son así porque siempre han sido así”. El innovador insiste, “¿por qué tiene que ser así?” Al preguntarse el “por qué” un innovador descubre problemas y oportunidades donde otros sólo ven cotidianeidad. Los problemas no siempre son reconocidos como tales, pero están allí para quien tenga ojos para verlos. Una vez reconocidos, un innovador preguntaría “¿cómo se resuelve de una forma diferente?”, “¿alguien habrá resuelto algo similar en otro ámbito de acción?” y “¿cómo sería si pudiéramos inventarlo de nuevo?”.

Para pensar fuera de la caja ayuda vivir fuera de la caja, por eso en los proyectos de innovación a menudo un “outsider” tiene las ideas rupturistas capaces de cambiar las reglas de una industria. Un innovador no es un soñador sin asidero, sabe que deberá pasar de la idea a la acción. Entonces se preguntará “¿qué tecnologías pueden ser utilizadas en este caso, solas o combinadas?”. Luego podrá pasar a construir un prototipo, probarlo y perfeccionarlo, antes de someterlo a la prueba del mercado. En nuestro ejemplo hipotético sólo podremos recorrer las primeras etapas de este viaje.

¿Por qué tiene que ser así? Preguntas incómodas en el caso hipotético

¿Un político profesional es un fiel representante? Si las encuestas reflejan la realidad entonces las personas no se sienten representados por los políticos. No es como ocurría en la tribu, se elegía a un representante (con algunos atributos, quizás el más fuerte) para negociar con la otra tribu. El representante iba, negociaba en nombre de la tribu, con las ideas de la tribu y con los intereses de la tribu. Era uno más de ellos, no comía mejor ni tenía la mejor choza ni más mujeres, pero algo pasó en el camino. Al aumentar la escala, los representantes se hicieron cada vez más lejanos y ya no pudieron consultar a sus representados todos los temas. Así que terminaron votando de acuerdo a su partido político o sus convicciones personales, temas que pueden no ser del interés de sus representados y aunque lo sean, sus decisiones podrían ir en sentido contrario al pensamiento de ellos. Y por cierto, los actuales representantes viven mucho, muchísimo mejor que sus representados. Algo pasó en el camino.

Y las encuestas lo gritan. Pensémoslo por un instante,

¿cuándo fue la última vez que usted conversó con su representante?

Desde la óptica del management, los llamados “programas” no son tales. A menudo son más bien una lista de buenas intenciones que responden al “qué”, no al “cómo”. Los llamados “programas” no se concentran en los pocos vitales como se hace en una empresa y no miran al largo plazo. ¿Qué queremos para el país en 10, 30, 50 años? ¿Queremos ser como Finlandia o Corea del Norte? Entonces, ¿qué necesitamos para ir hacia allá, independiente del gobierno de turno? Los llamados “programas” carecen de evaluación de logros, no tienen indicadores de desempeño (que en la empresa llamamos KPI) cuya evolución pueda seguir con atención cada representado. Y el sistema carece de retroalimentación, si no se cumple no hay sanción alguna. Si se mira fuera de la caja la forma de hacer política necesariamente surgirá la pregunta incómoda de por qué los políticos se se promocionan como un producto.

¿Y SI INNOVÁRAMOS LA

FORMA DE HACER POLÍTICA?

UN EXPERIMENTO MENTAL