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En tiempos donde se discute la relación “concupiscente” entre política y dinero, son muchos los que levantan su dedo acusador, e incluso señalan que la instrucción ética de los profesionales formados en Universidades chilenas como la PUC, ha sido defectuosa. Por ejemplo, encontramos el “dedo acusador” del Diputado Giorgio Jackson (político), formado en la Universidad Católica al igual que los ejecutivos máximos de PENTA (empresarios), sometidos estos últimos a una investigación que se ha expuesto ampliamente en Chile por corresponder a una investigación por recepción de boletas sin respaldo material, que permitieron financiar campañas políticas principalmente del partido de derecha UDI, y otras acciones de evasión tributaria.

Todos los chilenos que seguimos la noticia por televisión, diarios, y medios electrónicos, quedamos impactados frente a los fundamentos del Fiscal Gajardo para pedir la formalización y las medidas cautelares de prisión preventiva de los dueños y ejecutivos de PENTA. Gajardo se refirió a la existencia de una “máquina para defraudar”, a lo que uno de los socios de PENTA respondió: “no soy mafioso”. O bien el intercambio de opiniones, cuando en el Juzgado de Garantía (penal), uno de los empresarios recordó su aporte a la sociedad en la creación de empleos, y la abogada querellante por el Consejo de Defensa del Estado, respondió: “eso también hacen los narcotraficantes” (dar empleo). Otro artículo, sería escribir si esta televisación del caso es un “festín cívico”, o bien un “reality”.

El debate sobre la ética en una sociedad, que regule la auto-contención de los empresarios, y de los políticos, es recurrente. En un libro, disponible en la magnífica biblioteca regional de Antofagasta (KLEIN, M: Los Grandes Artífices del Cambio, Ed. Océano), se destacaba al multimillonario de Estados Unidos, Cyrus McCormick, ferviente cristiano, quién desarrolló la máquina segadora y gavilladora automáticas en el siglo XIX, convirtiéndose en un negocio de alcance mundial. Para McCormick “Los negocios no son inconsistentes con el cristianismo –declaró-, pero esto último debe ayudar a lo primero, dándole confianza y resignación siempre y cuando se hayan usado los medios adecuados”.

¿Cuáles son los medios adecuados? ¿El criterio individual? ¿Existen reglas de Ética para una sociedad que puedan ser reconocidas colectivamente? ¿Qué pasa en una sociedad que se ha secularizado?. Apreciamos que en Chile, como en Brasil o España, se crean Comisiones para introducir cambios constitucionales, legislativos, administrativos, que permitan atacar esa “naturaleza codiciosa”, y la “tendencia a evadir las reglas”. Incluso se convierte la lucha “anticorrupción”, en fundamento de nuevas purgas políticas como en el actual Estado chino.

Si preguntáramos a los empresarios y políticos cuestionados, todos ellos se reconocerían en términos generales como personas éticas y respetables. Su mayor fortaleza, y a veces su defecto fatal, era la fe absoluta que tenían en la “ley suprema de su propio criterio”. Ciertamente, una sociedad de confianzas, requiere un auto-control, una motivación a que el actuar colectivo de las empresas sea socialmente responsable, y que la relación con la política guarde cuidado del rol que a las autoridades o representantes corresponde como servidores de la Constitución y la ley, y no “lacayos” de intereses particulares, que piden aportes para el “raspado de la olla”.

¿LOS GRANDES ARTÍFICES DEL CAMBIO? Ética Corporativa y Política