[ CULTURETA ]
“Me duele que en la propuesta de la
PPINA se obvien las diferencias de
experiencia entre hombres y mujeres a
la hora de plantear los permisos”
bivalencia del deseo de la maternidad?
SN: Cada vez más. Es verdad que el discurso de la
maternidad está muy polarizado: o idealizamos o
demonizamos, contándolo como el infierno contem-
poráneo que nos saca de nuestras (supuestas) vidas
de libre albedrío.
Yo quería contar que ese deseo de maternidad
está cruzado por muchas cuestiones materiales,
emocionales: puede estar a los siete años y desa-
parecer a los 33. Y somos las mismas. Esa manía de
clasificarnos como madres y no madres está exenta
de matices y de ambivalencia, sí.
DO: La literatura puede reflejar también maternida-
des muy dispares entre sí. No sé si esto sirve tam-
bién para abrir nuestra mente a otras realidades,
ser más “porosas” y empáticas con otras mujeres…
SN: ¡Claro! También se considera una experiencia
monolítica, estereotipada… Deberíamos hablar siem-
pre de maternidades, hay tantas como madres, y a la
vez hay texturas de la experiencia que todas pode-
mos entender. Eso es lo potente.
DO: ¿Dirías que actualmente la maternidad se ve
como un problema social de manera encubierta?
SN: En tanto en cuanto nuestra
identidad contemporánea pasa
por tener o no tener trabajo, la ma-
ternidad se ve como un problema
social respecto a lo laboral, sí. Pero
la cuestión es mucho más amplia.
“El discurso de
la maternidad
está muy
polarizado: o
idealizamos o
demonizamos”
DO: El embarazo, el parto, el
postparto, la crianza… son pro-
cesos que se han obviado du-
rante mucho tiempo. ¿Son ne-
cesarias más voces literarias de
mujeres que visibilicen y den va-
lor al trabajo reproductivo?
SN: Muchísimo. Creo que se está
abriendo un camino importantí-
simo en este sentido. Lo aluci-
nante es que esas vivencias no
estén en primera fila de los te-
mas literarios, donde la guerra
o la superación del héroe copan
los primeros puestos. ¿Por qué será? Porque la li-
teratura amplifica el sistema de valores patriarcal.
Esto lo ha rastreado y contado profusamente Lau-
ra Freixas en su obra ensayística.
DO: Salvo las tragedias griegas, la ambivalencia
maternal no se ha reflejado en la literatura hasta
hace relativamente pocas décadas. ¿Es necesario
mostrar esas emociones tan humanas?
SN: Sí, la ambivalencia maternal es un correlato fan-
tástico de la complejidad humana. No sé por qué se
considera una experiencia “femenina” (en la acep-
ción capciosa que la cultura da a este adjetivo).
DO: La discusión de cuerpos y
maternidad está muy vigente, so-
bre todo con temas como la ma-
ternidad subrogada. ¿Tiene algo
que ver la crisis económica?
SN: Tiene que ver con el avance y
fortaleza del neoliberalismo (y las
sucesivas crisis son una expresión
de su correcto funcionamiento),
que cada vez va conquistando más centímetros de
nuestra cotidianidad y de nuestro cuerpo.
DO: También está más vivo que nunca el debate de
las desigualdades de género. ¿Es la maternidad en
sí misma una desigualdad?
SN: En la práctica es un campo de pruebas para explo-
rar el igualitarismo, teniendo presente que somos dife-
rentes (hablo de las parejas entre mujeres y hombres
cis). Me duele que, por ejemplo, en la propuesta de la
PPINA se obvien estas diferencias de experiencia a la
hora de plantear los permisos. Sería más productivo
pensar en términos de equidad en vez de igualdad. ■
NOVIEMBRE 2018 •
mama
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