Madresfera Magazine 15 - Marzo 2018 | Page 36

bías podido hacerlo. Hay cosas que quitan energía y cosas que te la dan. Y entre esas cosas que te la dan es- tán los destellos de luz de los que hablo en el libro, que son cosas muy sencillas pero siempre relacionadas con el amor. "Sin amor no se pue­de superar la muerte de un hijo. Aunque de entrada la palabra supe­r ar no creo que sea la más adecuada" Tengo la sensación de que estas cosas sencillas que comentas, a las personas que no hemos pasa- do por un trauma así muchas ve- ces nos pasan desapercibidas. Sí, es que se aprende a vivir en el presente. Estar en el pasado es quedarse muerta en vida y proyec- tar el futuro crea una gran ansie- dad. Entonces una se da cuenta que lo que le ayuda a contactar con la serenidad es vivir el día a día, el presente, y estar abierto a todo lo que ocurre en ese día a día, poniendo atención a esas peque- ñas cosas que realmente tienen importancia en nuestra escala de valores. Porque un gran duelo cambia nuestra escala de valores. Ya no eres nunca la persona de antes. Y esta nueva escala, generalmente, no se basa en el dinero, en la clase so- cial o en la apariencia. Te das cuenta de que lo que te sostiene es el cariño que puedas dar o recibir. Dices en el libro que es muy importante que, para que tras la muerte de un hijo “la existencia adquie- ra sentido de nuevo”, los padres estén abiertos a sentir el dolor, pero también la alegría. ¿Se puede volver a ser en cierto modo feliz tras la muerte de un hijo? Sí, se puede ser feliz tras la muerte de un hijo. Duran- te los primeros años, que pueden ser muchos, esto te puede parecer imposible e incluso llegar a ofen- derte, pero si uno ha contactado con lo que siente, se ha permitido sentir sus emociones sin juzgarlas ni retenerlas, y ha contado con ayuda terapéutica, al final llega a una nueva escala de valores que busca la sencillez. Y eso te lleva a un estado de plenitud, por- que aceptas la vida tal y como es. Vivir en plenitud no significa estar siempre sereno, amoroso y feliz. A 36 • mama • MARZO 2018 mí entender significa poder soste- ner todas nuestras emociones, hasta las que consideramos no agradables. Eso va produciendo un estado de felicidad, que no deja de ser una actitud ante la vida. Te preguntaba lo de la felicidad porque supongo que al experi- mentar esa felicidad, muchos padres verán disparado el senti- miento de culpa. ¿Qué les di- rías? En el duelo hay muchas trampas y el no querer vivir es una realidad durante un tiempo. Es muy proba- ble que de forma inconsciente o in- cluso consciente te niegues la vida. Para qué vivir, para qué escuchar música, para qué ir al cine si mi hijo no está. Eso es una trampa. A to- dos nos pasa pero hay que intentar trascender eso porque ya es bas- tante difícil reinventarse tras la muerte de un hijo como para encima tener que acercarnos al sufrimien- to. Una cosa es el dolor, que es innato a la vida, pero otra cosa es el sufrimiento, que es algo que nosotros podemos elegir sentir. Y nuestra sociedad es adicta al sufrimiento. Desde luego nadie tendría que justificar momentos de alegría o de bienestar ante la muerte de un hijo. El sentimiento de culpa sería entonces otra trampa de las que mencionas, ¿no? Hay sentimientos de culpa muy diversos. El de no que- rer ser feliz porque si eres feliz traicionas a tu hijo es un engaño total, porque tu hijo para nada querría verte mal en su honor, así que aunque sea en su honor vale la pena volver a la vida. Luego hay otros sentimientos de culpa, como los “si yo” que siempre nos planteamos porque podrían haber cambiado las cosas. Estos “si yo” siempre llevan a un callejón sin salida, siempre nos remi- ten al pasado y desde el pasado no se puede cambiar nada. Pero estas culpas hay que sentirlas, porque si las escondemos se hacen más grandes. Hay que sentirlas para trascenderlas.