los niveles de co-residencia con
padres más elevados del mundo.
Esto es debido a la precariedad la-
boral y a las dificultades para
emanciparse, pero también a fac-
tores de tipo cultural”, responde
Albert Esteve.
Difícil entender para muchos, a
la vista de las cifras y del entorno
social y cultural, que una mujer
decida ser madre antes de los 25.
“He escuchado desde que estoy
loca hasta que no sé lo que he he-
cho pasando por la típica frase de
“¡Podrían ser tus hermanos!” pero,
sin duda, la que más se repite es
“¿No echas de menos salir de fies-
ta?”. A veces les contesto que sí
porque es lo único que quieren
escuchar”, cuenta Cristina. Pese a
ello, en su caso, y aunque al prin-
cipio a su familia y entorno cerca-
no la noticia de su embarazo les
pilló “un poco por sorpresa”, en-
seguida se sintió muy arropada
por todos.
“Dado que la mayoría de mu-
jeres tienen su primer
hijo por encima de los
30 años, es lógico
que aquellas que los
tienen a edades más jó-
venes puedan sentir
que están actuando
fuera de la norma so-
cial. Desde el punto
de vista científico,
estas mujeres tie-
nen un interés
muy alto”, opina
el director
“La precariedad
laboral y las
dificultades para
emanciparse
influyen en la
co-residencia,
pero también
los factores de
tipo cultural”
del Centro de Estudios Demográ-
ficos. Asegura Macarena que es
cierto que se ha sentido (y aún se
siente) “fuera de la norma”, pero
es algo que admite no importarle
porque se siente “más rara” den-
tro de lo que se considera “nor-
mal” a ojos de la sociedad. Tam-
bién siente que le han cuestionado
más por ser joven. “Desde el día
del parto hasta hoy he sentido
que se cuestionaba más lo que
decidía. Quienes me conocen bien
no lo hacen, pero por parte de
desconocidos o conocidos con
poca relación sí lo he notado. Son
muy comunes los prejuicios y los
juicios hacia las madres jóvenes. Y
si ya de por sí a las madres se nos
cuestiona y se nos somete a un
juicio de valor constante, en el
caso de las jóvenes esto se incre-
menta porque creen que somos
unas irresponsables”, argumenta.
La antropóloga Noemí Villaverde
conoce casos de madres jóvenes
que se han quejado de que su grupo
de amigos ya no cuentan con ellas
para divertirse, “o no tienen el me-
nor deseo de adaptarse al horario
de su maternidad”, algo que, dice,
va unido a otras condiciones desfa-
vorables como el culto a la juventud,
la alegría sin condiciones ni atadu-
ras, el individualismo o el consumis-
mo imperante de nuestros días.
Por último, y en ese sentido,
Cristina apunta que la vida dio
un giro total cuando se convirtió
en madre (“Pasé de no tener
apenas responsabilidades a te-
ner la responsabilidad más gran-
de que se puede tener”), pero
aquello también influyó en que
creciera como persona: “Dejé de
darle importancia a mu chísimas
cosas que ahora ya no me pare-
cen tan importantes. La materni-
dad me ha enseñado a tener pa-
ciencia, una paciencia infinita
que desconocía. Siento que soy
mejor persona, mucho más cari-
ñosa y más alegre. Sobre todo la
maternidad cambió mi forma de
pensar y me transformó en lo
que soy hoy”.
Cuando le preguntamos a Maca-
rena si volvería a hacerlo responde
alto y claro que “ mil veces”: “No
es un camino fácil a veces, pero
aún así es lo mejor que me ha pa-
sado, y mi hija es la mejor persona
que he conocido. Ser madre no es
para todo el mundo y obviamente
ser madre joven tampoco, pero
cada uno tiene su vida y sus cir-
cunstancias y según mi experien-
cia si pudiera volver atrás, no cam-
biaría mi decisión”. ■
ENERO 2018 •
mama
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