[ CULTURETA ]
DO: En ‘Bajo la piel del lobo’ di-
ces que los cuentos nos recuer-
dan algo que hemos olvidado en
nuestra sociedad moderna: “que
podemos sentirnos débiles, frá-
giles y que el héroe que va a sal-
varnos vive dentro de nosotros”.
¿Cómo se puede, a través de los
cuentos clásicos, ayudar al niño a
elaborar sus propias herramientas
para manejar sus miedos?
“Los cuentos
creados para
trabajar
emociones a
veces pecan
de darlo todo
muy masticado,
de manera que
queda poco
lugar para la
elaboración
personal”
EM: En primer lugar, hay que mos-
trarle que la vulnerabilidad forma
parte de todos nosotros. Sentirse
vulnerable asusta, da miedo por-
que nos han enseñado que ser vul-
nerable es como ser débil, por eso
hemos construido máscaras que
esconden nuestro miedo y nuestro
dolor. Sin embargo, cuando uno
es consciente de su vulnerabilidad
y puede pedir ayuda o poner en
marcha los recursos necesarios, conecta con su pro-
pia fuerza. Parece paradójico, pero ser consciente de
la vulnerabilidad nos hace más fuertes. Los cuentos
están llenos de personajes que necesitan ser rescata-
dos, y saben que necesitan ayuda. Los niños pueden
identificarse con esos personajes, e implicarse emo-
cionalmente con ellos, de manera que la elaboración
emocional es real aunque la escena sea en fantasías.
Sienten en la piel de un personaje que necesitar ayuda
es posible y que eso te salva. Además, los cuentos tie-
nen héroes salvadores con los que los niños también
pueden identificarse, poniendo en marcha recursos in-
ternos que les van a servir para salir adelante.
DO: Muchas imágenes y mensajes de los cuentos tra-
dicionales, ¿pueden considerarse como sexistas y
que perpetúan la desigualdad?
EM: Es una pregunta muy habitual. No creo que los
cuentos hablen de hombres y mujeres, sino de partes
psicológicas humanas. Existen antes de que el patriar-
cado nos organizase como sociedad y estableciera
relaciones de poder entre hombres y mujeres. Son
mucho más sexistas los anuncios de compresas, por
ejemplo, donde las mujeres que menstrúan son siem-
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mama
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pre jóvenes, guapas, delgadas y fe-
lices. ¿Qué mensaje nos están ven-
diendo? Quizás que la agresividad,
la tristeza o la rabia no forman par-
te del universo femenino. Y como
mamíferas, sabemos que eso no es
verdad. Todos los hombres tienen
dentro una princesa que necesita
ser rescatada, aunque a veces no
sean del todo conscientes. Y todas
las mujeres tenemos un impulso
de salir a luchar por lo que quere-
mos, aunque a veces nos lo hayan
castrado. Es preferible que nos de-
jemos llevar por nuestra esencia
biológica, los mandatos sociales
de moda nos están estrechando y
estereotipando. Las figuras feme-
ninas de los cuentos son dulces y
delicadas, y también son pérfidas
y destructivas, como cualquier ma-
mífera. Pero no somos muy cons-
cientes de ello.
DO: Hablas de reconocer aspectos femeninos y mas-
culinos en cualquier persona sin caer en una dualidad
o exclusión. ¿Cómo lograr transmitir esto a través de
los cuentos?
EM: Detrás de toda princesa que necesita ser rescata-
da, hay algo humano, que es la vulnerabilidad. Detrás
de cada héroe, hay un impulso que nos lleva a salir
adelante. Ambos aspectos forman parte de la esencia
humana. En el libro se amplía más este tema, pero
en resumen, se trata de poder reconocer que todos
podemos sentirnos necesitados de ayuda, y en otras
ocasiones ayudadores. La princesa nos lleva a estar en
contacto con nosotros mismos, nos lleva a ver nues-
tras necesidades. Si eso se admite como un aspecto
maternal o femenino, está claro que es importantísimo
darle un espacio para vivir con bienestar. Pero además
de darnos cuenta de lo que necesitamos, es importan-
te que salgamos a buscarlo, como hace el héroe, cada
uno a su manera. Si ese impulso de salir a explorar el
mundo se admite como algo paternal o masculino, es
evidente que también es necesario para orientarnos al
bienestar. Por eso lo ideal es que al final logremos que
ambas partes se casen en nuestro interior.