[ CULTURETA ]
‘Bajo la piel del lobo’
Recuperar las emociones humanas a
través de los cuentos tradicionales
POR DIANA OLIVER
E
va Martínez Pardo es maestra y acaba de pu-
blicar con la editorial Graó ‘Bajo la piel del
lobo’, un libro para acompañar las emociones
con los cuentos tradicionales. Y no hablamos
de las versiones “edulcoradas” de Disney
sino de los cuentos clásicos que reflejan lo humano
que hay en nosotros. Porque, para Eva, “lo que lleva-
mos dentro está compuesto de luces y de sombras, de
virtudes y de flaquezas, de bondades y de maldades”
y ser conscientes de eso nos hará más completos. No
en vano, como ella misma dice, “no somos únicamente
luz, solo hay que echar un vistazo al mundo”.
Diana Oliver: ¿Por qué recuperar los cuentos tradi-
cionales?
Eva Martínez: Porque contienen una sabiduría sobre lo
humano que hemos perdido de vista. Hoy en día nos
han impuesto un modelo de bienestar que niega todo
lo instintivo o todo aquello que se considera negativo.
El resultado es que si no estamos siempre alegres, nos
sentimos fracasados, o perdidos, es porque no sabe-
mos gestionarlo demasiado bien. Nuestra rabia, nuestra
tristeza, nuestra envidia o nuestro miedo son nuestros,
nos pertenecen, vamos a vivir mucho mejor teniendo
conciencia de ellos. Y eso es lo que nos dicen los cuen-
tos, que recordemos que en nuestro interior habitan
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•
mama
• JULIO 2017
brujas, lobos, hermanastras, princesas y héroes.
DO: Según Charles Perrault, una de las “funciones”
de los cuentos clásicos es advertirnos de peligros.
¿Hay que revisarlos o siguen vigentes esos peligros?
EM: Yo no diría que tienen esa función. En realidad no
sirven para nada, son un escenario de luces y sombras
humanas. Nos muestran partes de nuestra psicología,
algunas nutritivas y agradables, y otras destructivas
e inconfesables, todas ellas nos pertenecen como hu-
manos. Sí, todas. Los cuentos no son solucionadores,
sino que permiten que cada uno encuentre la solución,
por eso son tan valiosos, porque invitan a la elabora-
ción personal de las emociones. Por ejemplo, un niño
celoso de un hermanito nuevo tiene derecho a transi-
tar por los celos, y a aprender a gestionar esas emo-
ciones. Los celos –o las emociones- no tienen solución,
no son algo que haya que arreglar, sino acompañar
para que los niños puedan construir sus propias estra-
tegias relacionales y emocionales. Podrán conseguirlo
si el adulto les ayuda a aprender de la nueva situación.
Y eso, necesariamente pasa por mirar de cara a los
celos, dejar que el niño conecte con ellos, y pueda ex-
presarlo sin reprimendas. En eso, los cuentos son un
mirador excepcional: desde las hermanastras de Ceni-
cienta, hasta los hermanos del Patito Feo, tenemos un