[ LA COLUMNA FUCSIA ]
Lo vivo, lo siento,
lo pienso... y a veces
lo escribo.
Echo de menos.
Peliculeo de más.
«Never explain,
never complain».
La solemnidad
de los adultos
La revista ‘El Cultural’ publicó hace unos meses una con-
versación entre Fernando Aramburu y su tocayo Savater
que atrajo mi atención inmediatamente. Comienza Aram-
buru reflexionando sobre el sentido de la existencia y
para ello trae al presente al adolescente que todavía lleva
dentro de él, «envuelto como el centro de una cebolla en
las sucesivas capas de la edad».
No conozco muchos adultos que recuerden que una
vez fueron niños. Crecen y, en vez de guardar lo que fue-
ron como el centro de una cebolla, lo esconden. Lo bueno
de comportarse así es que te conviertes en un adulto que
no desconcierta. Lo malo de matar al niño que fuimos es
que nos atrapa la solemnidad, «una de las actitudes so-
ciales que más me cuesta aceptar», como continúa di-
ciendo Aramburu en la conversación.
Practico a diario lo de no ser solemne y trato de trans-
mitírselo a mis hijos. Animo a Bruno a saltar conmigo
cada lucernario que nos encontramos camino de su
clase, imaginando que son puntos de recarga de
energía tras haber completado con éxito la mi-
sión ‘Llegar a tiempo al cole’. Intento conven-
cer a Hugo de que soy tan Wonder Woman
como él futbolista, mientras le repito como
un mantra soy Diana, princesa de Themys-
cira, hija de la reina Hipólita. Procuro en-
señarles a apreciar el valor de ser niños,
porque, como leí en algún sitio, tanto
más crecemos como personas cuanto
más nos dejamos asombrar por lo que su-
cede, es decir, cuanto más niños somos.
Así que, como Aramburu, también pro-
curo tener complacida a la niña que aún
habita dentro de mí. También le guardo
gratitud porque me asegura un alto grado
de vitalismo. Y también creo que el fin de
la existencia humana es retener la mayor
cantidad posible de la propia infancia. ■
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JULIO 2017 •
mama
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